El bosó de Higgs és també un camp ondulatori.
El bosón de Higgs no solo era la pieza final que faltaba para rematar el Modelo Estándar de la física de partículas —la tabla periódica del mundo subatómico—, sino que también ha sido el centro neurálgico de casi todas las especulaciones sobre el Big Bang desarrolladas en las últimas décadas. El mote de “partícula Dios” que le endosó el premio Nobel Leon Lederman se debe a este papel central en el origen de todas las cosas, o en el bang del Big Bang, en palabras del físico teórico Brian Greene.
Como cualquier otra cosa en la mecánica cuántica —la física de lo muy
pequeño—, el bosón de Higgs tiene una naturaleza dual: es a la vez una partícula
y un campo ondulatorio que permea todo el espacio. El lector no debe preocuparse
si esto le resulta difícil de entender: también le pasó a Einstein en 1905,
cuando propuso que la luz —hasta entonces un campo por el que se propagaban las
ondas electromagnéticas— debía consistir también, de algún modo, en un chorro de
partículas, los ahora familiares fotones.
Y la generalización de esta esquizofrenia cuántica a todas las partículas
elementales, la teoría de la dualidad onda-corpúsculo, estuvo a punto de
arruinar la tesis doctoral y hasta la carrera entera de su formulador, el
príncipe Louis-Victor Pierre Raymond de Broglie, séptimo duque de Broglie y par
de Francia, que pese a ello, y al igual que Einstein, acabó recibiendo el premio
Nobel por su idea descabellada. Cuando una teoría contraria a la intuición
humana explica todos los datos conocidos y predice los que aún no se conocen, la
equivocada no suele ser la teoría, sino la intuición humana.
Así que el bosón de Higgs, la
partícula que acaban de detectar en el CERN, es también un campo de Higgs
que permea todo el espacio. Según la cosmología moderna, ese campo es un residuo
directo del Big Bang. El campo de Higgs fue la primera cosa que existió una
fracción de segundo después del origen de nuestro universo, y la que explica no
solo las propiedades de este mundo —como la masa exacta de todas las demás
partículas elementales—, sino también su mera existencia.
El campo de Higgs fue el hacedor del bang, o de la inflación formidable que
convirtió un microcosmos primigenio de fluctuaciones cuánticas en el majestuoso
cielo nocturno que vemos hoy. Cada galaxia, y cada supercúmulo de galaxias,
nació como un grumo microscópico en la jungla cuántica que ocupó el lugar de la
nada en el primer instante de la existencia, como una ínfima fluctuación en la
Bolsa de valores del vacío, amplificada hasta el tamaño de Andrómeda o de la Vía
Láctea por la vertiginosa expansión —o inflación— del universo impulsada por el
campo de Higgs.
El superacelerador del CERN en
Ginebra, la verdadera catedral de la ingeniería y el conocimiento de nuestro
tiempo, es el último paso de un viaje hacia atrás en el tiempo que emprendieron
los físicos en la primera mitad del siglo XX. El universo era en su origen muy
pequeño y denso en energía, y luego empezó a expandirse, y por lo tanto a
enfriarse, en un proceso que sigue en marcha hoy mismo, y que además está
acelerando. Cada nuevo acelerador, con sus colisiones cada vez más energéticas
—más calientes— emula al universo primigenio en una fase cada vez más primitiva
en su evolución inicial.
El principal objetivo de la física teórica contemporánea es unificar las
cuatro fuerzas fundamentales (nuclear fuerte, nuclear débil, electromagnética y
gravitatoria) bajo un único y profundo marco teórico, la “teoría del todo” que
Einstein persiguió sin éxito durante los últimos 30 años de su vida.
El acelerador de Ginebra nos acerca más que nunca a la época remota en que
todas las partículas y todas las fuerzas eran iguales, en que los campos de
fuerza estaban evaporados. El campo de Higgs fue el primero en condensarse, y
ello eliminó en cascada la simplicidad del universo primitivo: las partículas
elementales adquirieron distintas masas, y también los bosones (como el fotón)
que transmiten las fuerzas elementales, con lo que la única fuerza primordial se
separó como las lenguas en la Torre de Babel.
El bosón de Higgs: una casi nada que lo explica casi todo.
Javier Sampedro, El bosón de Higgs: una casi nada que lo explica todo, El País, 05/07/2012
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/07/04/actualidad/1341428652_727505.html
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/07/04/actualidad/1341428652_727505.html
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