perdó
La irrupción de la culpa moral en el debate político es una novedad que ha
ocurrido en la medida en que las víctimas se han hecho visibles. Mientras fueron
invisibles, los actores del fenómeno terrorista eran el Estado y los
terroristas. Como lo importante era la vida de los vivos, el Estado recompensaba
la renuncia a la violencia con el olvido. Los terroristas lo sabían y apostaban
fuerte por la amnistía. Con la visibilización de las víctimas hemos aprendido
que la calidad de vida entre los vivos depende de la justicia que hagamos a los
muertos. Se acabó lo de poner el contador a cero.(...)
.
Lo cierto es que una vez alcanzado ese punto de culpabilidad moral, se abre
el camino para el arrepentimiento que no tiene que ver con la renuncia a ideas
políticas, sino con los hechos cometidos en nombre de esas ideas. Uno llega al
arrepentimiento al constatar que el tiro en la nuca no te convierte en un héroe,
sino en un asesino que mata al otro y se hace daño a sí mismo. Entonces desea
que aquello no hubiera ocurrido. Descubre que su vida depende de la vida negada,
por eso lamenta lo ocurrido.
En el encuentro que sostuvo Roberto Manrique, víctima del atentado contra
Hipercor, con Rafael Caride, uno de los autores de la masacre, este se negó a
pedirle perdón, porque, decía él, “al no ser creyente, carecía de sentido”.
Digamos que el perdón, como la culpa y el arrepentimiento, tienen pedigrí
religioso, pero como tantas otras figuras políticas. Eso no significa, sin
embargo, que no se pueda hablar políticamente del perdón, entendido ahora no
como ofensa a Dios, sino como solicitud del victimario a la víctima de una
segunda oportunidad. Lo que realmente pide es la posibilidad de demostrar a la
víctima que puede mostrarse de otra manera para con ella porque él, el autor
confeso del crimen, es más que su crimen. Puede ser de otra manera. Claro que la
víctima está en su derecho de negarse, pero también es lógico que quien se
sienta culpable y arrepentido demande la gracia de demostrar que puede
comportarse humanamente y pertenecer al mundo de la vida democrática que él
quería destruir al asesinar a ciudadanos de ese mundo.
Reyes Mate, El sentido cívico de la culpa, El País, 09/07/2012
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