Crisi econòmica i ciutadania europea.



Es bien sabido que la revolución americana surgió de la protesta de los colonos por tener que hacer frente a impuestos  que no habían podido aprobar o rechazar por un procedimiento democrático. En la medida en la que las colonias no estaban representadas en el parlamento inglés, los colonos consideraron que los impuestos que pagaban para sostener el reinado de Jorge IIIcarecían de legitimidad. Fue un pastor protestante de Boston,Jonathan Mayhew, el que acuñó la famosa frase “no taxation without representation” (no puede haber impuestos sin representación política) y que se convirtió al “taxation without representation is tyranny” que justificaría la independencia de las colonias [el texto completo del sermón puede consultarse aquí]
Como mostró ayer el coloquio organizado en Madrid por la Fundación Alternativas en el que tuve la oportunidad de participar, que un debate parecido esté surgiendo en el ámbito europeo no es sino una buena noticia. Europa podrá estar al borde del colapso, como indican muchos, pero también, y esto no es contradictorio, enfrenta un momento fundacional en cuanto a las raíces de su legitimidad y fundamentación. Durante muchos años, hemos dedicado un tiempo ingente y, si se me permite la crítica, bastante improductivo, a hablar de la ciudadanía europea en términos abstractos o de identificación: ¿cómo comunicar mejor? ¿cómo acercar a los ciudadanos a las instituciones europeas? ¿cómo reforzar la identificación con Europa? La mayoría de las propuestas que se han presentado en estas áreas, pese a ser bienintencionadas, han tenido poco efecto: crear canales de televisión europeos, enseñar la UE en las escuelas, todo este tipo de propuestas, por válidas que sean, han fallado a la hora de centrar el debate.
Pero hete aquí que la crisis actual está sirviendo para poder hablar de ciudadanía, esta vez de verdad. ¿Cómo? Hablando de fiscalidad. La fiscalidad, es decir, la capacidad de decidir sobre los impuestos, constituye, hoy por hoy, prácticamente el último reducto donde se manifiesta democracia. Nuestros viejos Estados-nación abandonaron ya hace tiempo la capacidad de imprimir moneda o de fijar los tipos de interés, tareas que delegamos al Banco Central Europeo al constituir la Unión Monetaria. Por tanto, para salir de la crisis, ni podemos devaluar ni generar inflación. Sólo quedaba la política fiscal, que se había convertido en el último reducto de la autonomía (o soberanía, como prefieran).
Pero con los cambios habidos en la gobernanza económica europea, los parlamentos nacionales ya no son autónomos para fijar los presupuestos:deben consultarlos ex ante con Bruselas, vía el procedimiento llamado “semestre europeo” y aceptar la supervisión conjunta de su déficits. Incluso han aceptadoconstitucionalizar los techos de gasto para no poder volver a incurrir en déficits. Y vamos a más: las propuestas de unión fiscal, bancaria y económica que tenemos encima de la mesa significan una vuelta de tuerca adicional que exprimirá aún más el margen de maniobra de los parlamentos nacionales.
Estamos pues ante un momento fundacional o, si se quiere, por establecer un paralelismo con el Estados Unidos, revolucionario. Los parlamentos nacionales deben decidir qué hacer. Sus opciones son
a)    Aceptar de buena gana la pérdida de competencias en el convencimiento de que el Parlamento Europeo les sustituirá eficazmente y que por tanto no habrá un vacío de representación.
b)   Condicionar la pérdida de esas competencias al reforzamiento de la estructura de representación política en el ámbito europeo, es decir, aceptando sólo su vaciamiento en la medida que el Parlamento Europeo sea capaz de convertirse en un parlamento de verdad, lo que probablemente exigiría unas verdaderas elecciones europeas, con partidos europeos de verdad que eligieran gobierno.
c)    Resistirse a la pérdida de esas competencias sobre la base de que los parlamentos nacionales siguen siendo y deben seguir siendo el lugar donde se resuelva el cruce entre representación e imposición, lo que probablemente requeriría la coordinación con otros parlamentos nacionales europeos para establecer una tercera cámara legislativa europea (añadida al Consejo de la Unión y al Parlamento Europeo).
 ¿Qué opción preferirían ustedes? Les animo a debatir. 
José Ignacio Torreblanca, ¿Qué será de los parlamentos nacionales en la Europa que viene?, Café Steiner, 11/07/2012

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