Pocoyó.
Alain Ehrenberg a quien conocí en la Toscana hablando de fútbol escribió hace años un libro que se titulaba La fatigue d´être soi. La fatiga de ser, o
más expresivamente "la fatiga de ser uno mismo". Fatiga de ser uno
mismo ¿porque se siente uno demasiado sólo? ¿Porque ya uno mismo no
soporta su yo? ¿Porque no se podrá ser ya de otra manera a pesar de
poner en ello toda la ilusión?
Ser uno mismo para toda la vida tiende
necesariamente a aburrir y tanto más cuanto más larga la vida sea. De
ahí que tratemos de entretenernos en esto y aquello para no vivir tan
directamente con nuestro yo o fantasear con el cuento de que cambiamos
de ser al cambiar de actividad. Pero el yo pesa mucho y es un plomo que
además de muy pesado no hay manera de disolver. Incluso inculcándole una
u otra pasión feroz somos capaces de reducir su gravedad. ¿Gravedad?
Efectivamente
puesto que nada lo define mejor que su intrínseca enfermedad tan
obstinada como grave. El yo vive crónicamente enfermo y de ese modo
tenerlo adentro acarrea un peligro mortal. Con mucho yo acabamos
muriendo en plena vida. Cuanto menos yo se tiene más inmortal o feliz se
es. Siendo precisos, esta sería la condena que Dios planeó para el ser
humano en este mundo. Es decir, dotarlo de un yo de considerable tamaño
para acarrearlo como una cruz penitencial. La cruz del yo, tan
incrustada en el yo mismo que no nos deja viajar hacia otro con ninguna
facilidad, Nos impide volar a la manera de los ángeles o hacer milagros
transmutándose a la manera de los santos que o no tienen yo, en el
primero de los casos, o lo han adelgazado al extremo con su camino de
santidad. Un yo grande, un yo gordo es lo peor para el estilo personal.
Los yoes de mucho tamaño empapuzan a la manera de las grandes raciones
que sirven en los restaurantes vulgares. Un yo de proporciones
desorbitadas acaba por matarnos prematuramente, igual que si se tratara
de una obesidad mórbida o incluso más que ella. Puede ser que nos
creamos vivos pero nos hallemos muertos ante la colectividad puesto que
estas dimensiones impiden vivir con otros. ¿Es Mouriño un caso de
estos? Podría ser. Perlo no es tanto el Mou lo importante como el Mí. A
la fatiga de ser uno mismo se opone la genuina alegría de vivir que no
se representa mejor que a través de esos saltos joviales que dan los
niños en los parques y jardines sin que les importe un pito la imagen
que dan. Es decir, el yo ruidoso que todavía no conocen en su
insoportable proporción.
Vicente Verdú, La fatiga de ser yo, El Boomeran(g), 21/05/2013
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