Servei d'atenció al ciutadà.
Más que un líder, un mesías u otro personaje de este cariz que podrían
devolvernos al repetido abismo histórico de los fascismos, lo que
echamos de menos no es tanto la política como otra institución
consagrada a defender los derechos de la población común. No hay nada
peor en España que enfrentarse a un abuso de una compañía o buscar
amparo en un seguro. La compañía es todo menos compañera, aun en lo más
elemental, y las empresas de seguros son todo menos aseguradoras. En el
primer caso y tras cualquier estafa no hay modo de que el estafador sea
puesto pronto ante los tribunales y se le sancione. En el segundo
supuesto, tras cualquier percance, en el coche, en el hogar o en nuestro
lugar de trabajo, el seguro tiende a demorar los pagos, a escabullirse,
a negar lo obvio hasta desesperar al cliente. Un cliente que si antes
ha pagado prestamente todas las primas ahora se ve tratado como un
apestado. Un tipo molesto del que hay que apartarse y denegarlo como a
alguien mendaz. Próximamente daré los nombres de algunas compañías que
se portan de esta manera y que afectan también a nuestros parientes y
compañeros pero bastaría recurrir a la experiencia de cada cual para
ratificar que no sólo no hay justicia en lo criminal sino que estas
desaprensivas instituciones aseguradoras (¿), salvo contadas
excepciones, cometen abusos que llegan sistemáticamente hasta la
explotación cuando no al robo. ¿Hasta cuando seguiremos debatiendo la
cosa política y no la ciudadanía directa? ¿Para cuando el domus
sustituirá al actual camelo de la polis ¿Hasta cuando el ciudadano del
siglo XXI logrará un estatus de dignidad y respeto? O lo que es lo
mismo, ¿hasta cuanto la indignidad de los actuales mandamases seguirá
gobernando nuestra vida social y personal?
Vicente Verdú, El desamparo y el inseguro, El Boomeran(g), 22/05/2013
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