Ned Flanders contra Darwin.
Reconozco que cuando los Simpsons se estrenaron en España, a principio de los años noventa, no me convertí en uno de sus fans, pese a los elogiosos comentarios de mis colegas periodistas con los que trabajaba entonces en revistas como Conocer. Pero en estos tres últimos años me he ido enganchando a la serie, que además fue la más votada en una encuesta que hizo El País, por encima de series tan carismáticas como Perdidos, The Wire o Los Soprano. Y, como no podía ser de otra manera, los capítulos que a mi juicio son los más brillantes, los que hacen que te desternilles de risa y reflexiones al mismo tiempo, son aquellos en los que se hace referencia a la ciencia y a las creencias: en especial, el episodio llamado Traje de Mono.
El argumento juega con las casualidades; se acaba el verano y Bart logra una serie de cosas para darlo por aprovechado; Homer le felicita y apunta con un visto bueno el "fingir interés" por su hijo; y Lisa finalmente
exige a su padre que deje el televisor para cumplir la promesa de ir a
un museo, y juntos. Curiosamente, en el museo de historia natural
cierran las exposición dedicada a las mujeres y los telares para
inaugurar una exposición sobre las historia de las armas en Norteamérica.
Hay una cola muy grande y en primer lugar está el evangélico Ned Flanders con sus hijos. Homer decide aprovecharse de su cándido vecino para colarse. Todo el mundo lo ve y hace lo mismo. El pobre Ned y sus hijos se quedan los últimos y finalmente no pueden entrar en la exposición.
Pero el destino les tiene reservada una sorpresa. La exposición permanente sobre la evolución natural. Flanders
entra con sus retoños y contempla horrorizado los dictados de la
evolución de las especies, en las que el hombre "desciende
progresivamente del mono". El vecino evangélico no cabe en su asombro La
idea de la creación bíblica está expuesta en un mostrador cuya música
de fondo es una famosa canción de los Doobie Brothers, "What a fool believes" (Lo que un tonto cree). Y ante las dudas suscitadas a sus hijos, decide pasar a la acción: presiona al director Skinner para que la escuela enseñe creacionismo junto con la teoría de la evolución.
Y ante las protestas de Lisa –el creacionismo no es científico, argumenta–el pueblo de Springfield decide suprimir la teoría de la evolución de la enseñanza pública. Lisa decide enseñar clandestinamente las enseñanzas de Darwin
y es detenida y llevada a juicio. Se trata de un juicio divertidísimo
pero muy serio a la vez, en el que la ciencia se enfrenta a la fe.
Los Simpsons reflejan perfectamente las
contradicciones del sueño americano. Lo hacen con ironía, con elegancia,
y sobre todo, con humor. El creacionismo –que avala la creación bíblica como algo verdadero–es un movimiento que se inició en EE UU en 1920. Y resulta extraordinariamente curioso que en 1880, sólamente veinte años después de la publicación del Origen de las Especies,
la polémica acerca de si el hombre era o no una especie que derivaba de
un ancestro más primitivo ya había quedado totalmente zanjada en la
sociedad victoriana.
Poco después de la publicación del libro de Darwin,
los científicos abrazaron su teoría. La sociedad tardó algo poco más.
Pese a ello, en muchos estados americanos se enseña en la actualidad la
creación bíblica como una teoría alternativa. ¿Sorprendidos? Echen un
vistazo a las encuestas. En 2013, el 46 por ciento de los
norteamericanos piensan que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza hace 10.000 años. En la India, la evolución biológica del hombre es mucho más aceptada. Y ¿España? Un 42 por ciento de los españoles desea que solo se enseñe evolución, mientras que un 32 aboga por enseñar la creación bíblica en la escuela.
Descendemos de unas criaturas extraordinarias, de pequeño cerebro y bípedas, que vivieron en África
probablemente entre hace cinco y seis millones de años. Una aventura
maravillosa, misteriosa y excitante, con puntos aún poco esclarecidos
que necesitan ser desentrañados con nuevos fósiles humanos. Es una
historia muchísimo más interesante que lo que se nos cuenta en la Biblia.
Con el respeto debido a las creencias, el mundo de la ciencia es
incompatible con la religión –pese a que ambos son un invento
genuinamente humano. ¡Fascinante!
No es de extrañar que el pueblo juzgue a Lisa. Esta niña avispada representa el elemento intelectual y crítico de una familia comandada por Homer Simpson, el cual podría ser el perfecto ejemplo de los valores que nunca querríamos encontrar en un padre; Homer
incita a su hijo a fumar y a matar ciervos para que no caiga en manos
de los gais, echa la culpa a su mujer de sus desgracias siempre que
puede, es vago y glotón, y trata de aprovecharse de los demás a la menor
oportunidad. Homer es un zoquete, pero, lejos de ser
un personaje despreciable, nos resulta entrañable (fiel a su esposa,
pese a sus barrabasadas).
)
En el juicio, Homer no admite la teoría de la evolución, pese a que por ello puedan condenar a su hija. Pero es alguien fascinado con los simios. Marge
representa la correción política, la moderación; es capaz de votar a
los republicanos y a los demócratas a la vez en unas elecciones, es
incapaz de comerse el último trozo de pizza, estudia sus acciones antes
de realizarlas para comprobar si son correctas o no, y enarbola muchas
veces la bandera de la moral –votando en contra de la "Casa de
Variedades", un prostíbulo socialmente aceptado en Springfield.
Marge tiene por supuesto sus sombras: puede caer con facilidad en el alcohol y en el juego, y tiene un cierto punto de exhibicionista sexual. Comenta a Lisa que no le parece mal la coexistencia entre ciencia y religión en las escuelas. Pero es ella quien finalmente decide leerse El origen de las Especies y da con la solución para demostrar que Darwin tenía razón en pleno juicio. Hay otro capítulo en la que, tras el hallazgo de los huesos de un ángel, se anuncia el Apocalipsis. Marge está firmemente convencida de la existencia del Día del Fin del Mundo,
como sugieren las encuestas –casi uno de cada cuatro norteamericanos
piensa que vivirán lo suficiente como para contemplar el final de todo.
El periódico Osservatore Romano declaró en 2010 que Homer Simpson era...¡un buen católico! al igual que su hijo Bart. Un borrachín con pocas virtudes y muchos defectos recibió de esta manera la bendición del Vaticano. Pese a que sus creadores lo han negado. Homer no profesa el catolicismo –si lo hiciera, horrorizaría a Margie. ¿Qué les parece? Los Simpson encierran una extraña fascinación que atrae incluso a sus potenciales detractores.
(PD. Como anécdota: hace unos años tuve la ocasión de cenar en la casa de Mark Plotkin,un amigo mío que vive en Washington D.C y que
además es uno de los más experimentados etnobotánicos. Les recomiendo
su organización para proteger el Amazonas.
http://www.amazonteam.org. Algunos de sus amigos son guionistas de la
serie. Mark me comentó que en Estados Unidos,
la pésima imagen que el público tenía de las centrales nucleares y las
empresas que hay detrás no se debía a los potenciales riesgos o al miedo
atómico, sino a la imagen cultivada por Montgomery Burns: uno de los malvados más geniales que ha dado la animación).
Luis M. Ariza, Los Simpsons y el debate de la ciencia contra Dios, Planeta Prohibido, 26/05/2013
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