Alumnes de Henry David Thoreau.
“Vivís unas vidas pobres y serviles, siempre al límite, tratando de
salir de deudas, prometiendo pagar mañana y muriendo hoy insolventes”.
“Ahorrar lo que cuesta una casa puede llevar entre 10 y 15 años de la
vida de un trabajador (…), que pasará más de la mitad de su vida antes
de que pueda comprarla”. “El lujo que disfruta una clase se compensa con
la indigencia que sufre la otra”.
Estas verdades del barquero, que suscribirían muchos
indignados que se echan a la calle para avergonzar a los políticos y
exigir que se haga tabla rasa de un sistema injusto y desigual, no han
salido de la boca de un portavoz del 11-M o de la Plataforma de
Afectados por las Hipotecas. Son citas textuales de Walden, la
obra maestra de Henry David Thoreau (1817-1862), escrita hace casi 170
años como fruto de su experiencia de dos años de vida sencilla y en
comunión con la naturaleza a orillas de la laguna Walden, cerca de
Concord (Massachusetts).
Las injusticias lacerantes que marcan esta crisis -tan de valores
como económica, política y social- ilustran la vigencia de este escritor
y filósofo naturalista norteamericano, considerado a veces un
anarquista o libertario, que fue encarcelado por negarse a pagar
impuestos a un Gobierno esclavista y belicista, lúcido ecologista antes
de que se inventase siquiera el término, defensor de una vida sin lujos
en la que cada cual sea dueño de sí mismo y precursor de la
desobediencia y la resistencia civil pacíficas que inspiró a Gandhi y
Luther King. “Dadme la verdad”, decía, “antes que el amor, el dinero y
la fama”.
Varios sellos artesanales, de los que sobreviven en estos tiempos
difíciles a base de imaginación y entusiasmo, protagonizan su último revival. Así, Errata Naturae rescata Walden, con
una impecable traducción de Marcos Nava. Desde sus páginas, Thoreau se
dirige a quienes “están descontentos con su vida y con el tiempo que les
ha tocado vivir, pero que podrían mejorarlos”, y relata su existencia
sencilla, natural y alejada de lo superfluo, entre 1845 y 1847, al
tiempo que desarrolla sus ideas para rescatar a la humanidad de las
cadenas que se autoimpone.
La aportación de Impedimenta a este rescate es Thoreau, la vida sublime, en
formato de cómic, con dibujos de A. Dan y guión de Maximilien Le Roy
quien, en el prólogo, señala que en una época como ésta, en la que “ya
no basta con indignarse”, el mensaje del escritor “conserva intacta su
carga subversiva”. Por su parte, Capitán Swing, publica el primer
volumen de El Diario (1837-1861), y Acuarela Libros prepara la reedición de la biografía del escritor de Antonio Casado de Rocha.
Tres de estos editores explican a continuación sus motivos para publicar a Thoreau y por qué sigue vigente.
Enrique Redel (Impedimenta)
“Nos enseña que es lícito rebelarnos”
“¿Por
qué publicamos una novela gráfica sobre Thoreau? Primero, porque es un
personaje inspirador de Impedimenta: un mohicano, un pensador lúcido, un
adalid de la independencia, de la multiculturalidad, del panteísmo, un
conservacionista y un personaje libre. En segundo lugar, resulta hoy
pertinente, al igual que en los setenta (autor reivindicado en aquella
época), porque, como entonces, vivimos un cambio de paradigma
sociocultural. Thoreau sostenía que la única manera de ser realmente
independiente era no deber nada al poder. Reivindicaba la libertad de
alzar la voz ante todo lo que consideraba injusto, sobre todo ante los
manejos de un poder cuyos fines no siempre eran éticos ni se manejaban
bajo la óptica del bien común. En estos momentos en que la gente busca
respuestas ante una pérdida de soberanía, Thoreau, de un modo apolítico,
nos enseña que es lícito levantar la voz, decir nuestra verdad,
rebelarnos. En este sentido, tanto los desaparecidos Hessel como
Sampedro son alumnos de Thoreau, padre de la desobediencia civil, de la
resistencia pasiva, de los movimientos ecologistas. Ante momentos de
duda (pérdida de soberanía, gobiernos injustos y apartados del interés
general que velan por las oligarquías y las macroestructuras
financieras), tiramos de los maestros, y Thoreau es, sin duda, uno de
ellos”.
Rubén Hernández (Errata Naturae)
“Creía que la justicia está por encima de la ley”
“Thoreau
defiende la libertad individual contra toda institución, gobierno o
idea preconcebida. Tenía muy claro que la Justicia está por encima de la
Ley, que es valor moral y constante, mientras que la ley es una norma
transitoria. Por eso apoyó acciones en el límite de lo legal o
directamente ilegales que buscaban una mejora en las condiciones
sociales y en la vida cotidiana de las personas. Este pensamiento -la
idea que no todo lo legal es moral, al igual que no todo lo moral es
legal- tiene una máxima vigencia en nuestros días, cuando, por ejemplo,
la Comunidad de Madrid tiene miles de pisos en propiedad vacíos, al
tiempo que se permite que se desahucie a familias y se condenan
furibundamente los escraches a políticos. Además está la defensa radical
de la tierra como un bien común y de lo salvaje como esencia última de
la naturaleza. Thoreau fue pionero en alertar, hace ya más de 150 años,
sobre el peligro de la extinción de ciertas especies animales por los
desmanes del hombre, y de las consecuencias desastrosas que esto traería
a la humanidad. Creía que la salud del planeta y el derecho a disfrutar
de la naturaleza estaban por encima del deseo de acumulación de la
propiedad privada”.
Daniel Moreno (Capitán Swing)
“Disidente perpetuo”
“Hay
muchas buenas excusas para publicar a Thoreau y más si se trata de la
que para nosotros es su gran obra (inédita en nuestro país): es uno de
los estadounidenses más admirables y forma parte de una de las
generaciones más fecundas de las letras americanas: contemporáneo de
Emerson (con quien mantuvo una estrecha amistad), Hawthome, Whitman,
Poe, Melville, Twain etc. Entre todos ellos ocupa un lugar destacado.
Hay varias maneras de entrar en Thoreau, que nos atrapan por igual, y
más en momentos de crisis total (económica, social y moral), como una
inclinación hacia la vida contemplativa y un marcado desapego por el
entorno social y las cosas materiales. Su propuesta literaria y vital
apunta a la búsqueda de una economía compatible con el desarrollo
pleno de cada persona, en donde lo importante no es obtener más o menos
dinero, sino realizar un buen trabajo a gusto y cubrir con él nuestras
necesidades más inmediatas. Esta alternativa, parece incompatible con la
división del trabajo, la explotación del hombre por el hombre, la
acumulación de capitales etc. Esta posición envuelve un cierto
primitivismo y un regreso a una economía comunitaria, de subsistencia,
en la que cada individuo puede trabajar en lo que desea y tener a su
alcance todo lo que necesita. Este profundo rechazo a las convenciones y
la sociedad que las engloba -que le convirtió y ahora nos convierte a
nosotros, en disidentes perpetuos- está de máxima actualidad”.
Luis Matías López, Vigencia de Thoreau, precursor de la desobediencia civil, Público, 21/05/2013
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