Xavier Rubert de Ventós: "Filosofar és quelcom homeopàtic".
Xavier Rubert de Ventós |
Sí. Conceptualizar, filosofar, ha sido
para mí el mejor remedio contra la angustia. Es algo completamente
homeopático. Todo lo melodramático, al escribirlo se vuelve trivial. Al
verlo escrito me curo. De algún modo le quito importancia. Se vuelve
poco peligroso, menos inquietante. Y entonces es cuando me descubro
exagerando y me siento un poco paternalista conmigo mismo.
Algo que reafirmaría lo de que
la Teoría no surge por sí sola sino de los hechos más cotidianos que le
suceden a uno, tal como comentaba antes. Es decir que la reflexión sobre
el amor probablemente surja del pánico ante una ruptura que del simple
prurito intelectual.
Exactamente. Soy un neurótico
intelectual. Vivo en la incertidumbre constante que causa todo lo que me
rodea. Eso es una fuente de angustia.
Si
asumimos que la mayor parte de las veces la teoría surge de la
práctica, como método de conocimiento y de protección, ¿hasta qué punto
ésta, la teoría, debe vehicular también nuestras coordenadas morales o
éticas en la vida?
Siempre he estado a favor de una
filosofía que esté estrechamente vinculada a la cotidianidad de la vida.
Para explicarlo mejor siempre cuento la siguiente anécdota: una vez
encontré un pájaro que se había caído al jardín de mi casa, y lo cogí en
la mano. Entonces vino mi hermano a decirme algo y tuve que prestarle
atención. Cuando volví a mirar el pájaro estaba muerto. Había apretado,
sin darme cuenta, un poco más de lo normal. Para mí la filosofía es
necesariamente ese punto medio entre la fascinación ante lo desconocido y
el intentar no ahogarlo en abstracciones demasiado complejas,
manteniendo siempre a nuestro objeto de estudio en vida. Una filosofía,
en cierto modo, orgánica. Consciente de ser parte de un Todo que la
rebasa.
¿Los grandes sistemas conceptuales del siglo XIX vendrían a ser justamente ese “apretar demasiado el pájaro”?
Completamente. En el siglo XIX la
filosofía vino a convertirse prácticamente en una teología. Por eso en
mi caso trato más bien de asociar la filosofía con la fisiología, o la
metafísica con el urbanismo, cosas así.
Ser mente y cuerpo a la vez,
teoría y práctica, nos hace desgraciados, es ésta una de las razones de
la infelicidad y de la derrota de la filosofía como praxis?
Hegel hablaba de la
“consciencia desgraciada”, de esa escisión entre el pensamiento y la
praxis. De allí surge la idea del hombre escindido. Venimos de una
cultura que viene a ser una mezcla de las tradiciones griegas y romanas,
en la que el precio de llegar al cielo es pasar forzosamente por el
infierno de aquí abajo. Esa condición escindida comporta aspectos
positivos y aspectos negativos. De hecho, es justamente gracias a la
escisión que somos capaces de concebir lo sublime. En el caso del sexo,
por ejemplo, se ve claro; a diferencia de una vaca, o de cualquier otro
animal, nuestra condición escindida nos permite ser voyeurs de
nuestro propio cuerpo manteniendo el acto sexual, y por lo tanto,
acceder al goce. Si no fuera por esto, el acto sexual no sería más que
un aburrido acto, desprovisto de valor más allá del estrictamente
reproductivo.
En una sociedad supuestamente
liberada sexualmente y en la que la sexualidad funciona como reclamo
publicitario o como excusa para vender cualquier producto, se sigue
hablando más del amor que del deseo. ¿Somos pese a todo, como decía
Foucault, unos victorianos?
Abordé esa cuestión entre el amor y el deseo precisamente en el libro Crítica contra la modernidad. Yo pienso, a diferencia de Baudrillard
por ejemplo, que el Amor es la gran fuerza positiva. Él decía lo
contrario, que el Amor fragmentaba y anulaba la subjetividad. En ese
sentido me considero más optimista. Después está también esa teoría de Lévi-Strauss
en la que dice que en la ciudad, el amor gana siempre al deseo. Por una
cuestión puramente demográfica, en la ciudad uno puede enamorarse
viendo solamente una cara. En los pueblos, el sistema de emparejamiento
funciona por rotación o contratación. Pero los hombres siguen deseando y
encontrando bellas a las muchachas del pueblo de al lado.
Para terminar, ¿qué opina sobre el tema de la independencia de Cataluña?
Me considero un “hispano”, como un
colombiano o un puertorriqueño; deseoso de dejar de ser español como
hasta ahora. Pienso que el tema de la independencia tiene que ver
también con otros aspectos; mi experiencia como político me hizo dar
cuenta de que no puedo ser de un Estado en el que soy objeto y no
sujeto, que me trata como parte del problema y no como agente de una
eventual solución.
Álex Reig, "Para mí la filosofía es, necesariamente, orgánica", entrevista con Xavier Rubert de Ventós, Revista de Letras, 27/05/2013
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