Mario Bunge i el socialisme autèntic.
Por lo pronto ¿de qué clase de socialismo estamos hablando? De todo ideario
o movimiento que se proponga favorecer a los de abajo, reemplazado la
explotación por la cooperación, el privilegio por la justicia social y la
opresión por la participación.
Irónicamente, el socialismo se propone poner en práctica la hermosa
consigna de la Revolución Francesa de 1789, que hasta ahora no ha pasado de ser
aspiración: Liberté, égalité, fraternité.
Los socialistas tibios o nominales, al igual que los liberales, han destacado
el primer miembro de esta admirable tríada, como si la libertad pudiera reinar
entre desiguales; los comunistas destacan la igualdad, como si ésta pudiera
coexistir con el despotismo; sólo los anarquistas aprecian por igual a los tres
miembros de la célebre triada; pero, al proponerse abolir el Estado, preconizan
tácitamente un retorno al estado salvaje. Y la fraternidad o solidaridad no
puede darse entre los de arriba y los de abajo, ni puede imponerse, ni debiera
confundirse con la caridad.
En suma, cada de los tres miembros de la triada libertad-igualdad-fraternidad
depende de los otros dos, al modo en que los lados de un triángulo se dan a la
vez. Más aun, el triángulo político no es autónomo, sino que descansa sobre el
cuadrado trabajo-salud-educación-seguridad. El diagrama siguiente sugiere el socialismo como
democracia integral, o sea, expansión de la democracia, del terreno político a
todos los demás campos de la acción humana.
Suponiendo que se haya convenido en los objetivos, ¿cómo lograrlos? La
respuesta clásica es que hay dos medios: el pacífico o democrático, que
proponen los socialistas democráticos, y el violento o revolucionario, que
procuran imponer los socialistas autoritarios. Nótese que en el primer caso se
trata de proponer, y en el segundo de imponer. Y quien propone está dispuesto a
discutir, mientras que quien impone clausura el debate. De aquí que la
filosofía asociada al comunismo – el marxismo dogmático – haya suprimido muchas
más ideas que las que ha generado o prohijado. En efecto, los marxistas
dogmáticos han pretendido imponer sus ideas, casi todas anticuadas, tanto por
su admiración por Hegel – el proto-post-moderno – como por su descuido de la
matemática.
Esto explica el que los marxistas
rechazaran por “burguesas” todas las grandes innovaciones científicas del siglo
XX, con excepción de las que generó la
investigación del pasado. En efecto, ha habido eminentes estudiosos marxistas o
semi-marxistas del pasado social, pero no ha habido matemática, física,
química, biología, psicología, sociología, politología, ni siquiera economía,
que fuesen a la vez marxistas, rigurosas y originales.
Por su parte, aunque el socialismo democrático ha sido tolerante, no ha creado muchas ideas. Esto ha ocurrido,
ya porque se ha empeñado en permanecer filosóficamente neutral, ya porque no ha
abrazado con entusiasmo a la ciencia. Es así que muchos famosos charlatanes
postmodernos se han autodenominado socialistas. No debieran quitarnos el sueño,
porque son pocos e incomprensibles. De hecho, en las ciencias propiamente
dichas no abundan los dogmáticos, porque la investigación original requiere
libertad de búsqueda y de expresión, así como la búsqueda de pruebas de algún
tipo.
La tabla siguiente es un resumen muy simplificado de la cuestión que nos ocupa:
Nótese la distinción privado/público, inexistente
bajo el totalitarismo, que todo lo incluye en el Estado. La diferencia entre el
totalitarismo de izquierda y el de derecha es que el primero tiende a favorecer
a los trabajadores, mientras que el de derecha actúa en defensa de los
explotadores, de modo que lleva eventualmente a la agresión militar.
Lamentablemente, los marxistas han solido
confundir con estatización. Esto les ha llevado a despreciar el cooperativismo,
que es socialista porque aúna la propiedad colectiva con el autogobierno. Este
es el núcleo del socialismo cooperativo que preconizó Louis Blanc en su exitoso libro L’organisation
du travail (París: Société de l’Industrie Fraternelle, 1839).
El socialismo concebido como democracia integral
presupone la distinción entre tres subsistemas en toda sociedad: el económico
(producción, comercio y finanzas), el cultural (creación y difusión de bienes
culturales, desde recetas culinarias y planos de viviendas a poemas y
teoremas), y el político (lucha por el poder y ejercicio del mismo en todos los
grupos sociales, de la familia y la empresa a la Nación).
La democracia integral preconiza la participación
de todos en el gobierno de los tres subsistemas mencionados, o sea, tanto la
propiedad como la administración de los mismos. Los socialismos escandinavos,
que son tan prósperos como estables, lo practican. En cambio, el economicismo,
que privilegia al subsistema económico, tanto en su versión neoliberal como en
su versión comunista, se ha hundido como un buque escorado por mala
distribución de su carga. Los tres subsistemas mencionados existen e
interactúan en el mismo nivel. (V. mi Filosofía
política (Gedisa, 2009.)
Finalmente, pasemos de la filosofía política a la
filosofía total, que incluye que incluye a la ontología (teorías del ser y del
devenir), la gnoseología (teorías del conocimiento), la semántica (teorías del
significado y de la verdad) y la filosofía práctica – teorías del valor, de la acción, de la
moral y de la política. La lógica fue absorbida hace tiempo por la matemática.
La filosofía marxista ignora a la ciencia aunque
profesa amarla. Su ontología combina la confusa dialéctica hegeliana con un
trozo del materialismo decimonónico; su gnoseología es empirista y carece de
metodología; y su ética es utilitaria. Es tan escueta, tosca y anticuada, que
ha dado de comer a un sinnúmero de comentaristas, ninguno de los cuales ha
hecho contribuciones originales ni ha ayudado al nacimiento de nuevas ciencias,
como la microfísica, las biologías evolutiva y molecular, la neurociencia
cognitiva, o siquiera la sociología.
Evidentemente, un régimen socialista democrático
no debe imponer ninguna filosofía particular en la esfera privada. Pero, en su
calidad de buen administrador de los bienes culturales que debieran ser
comunes, tiene la obligación de favorecer el avance de todas las ramas del arte
y del conocimiento, el científico y el filosófico entre ellas. Ahora bien, la
filosofía avanza solamente cuando investiga y cuando interactúa con las demás
ramas del conocimiento, desde la matemática y la física hasta la ingeniería y
la medicina. Estas, a su vez, no se desarrollan en un vacío filosófico, sino
que prosperan al calor de las filosofías ilustradas, y se estancan o retroceden
ante los ataques de las oscurantistas. En mi Evaluating Philosophies (Springer, 2012) he argüido que el
conocimiento avanza a fuerza de investigar dentro de la matriz esbozada en el
diagrama siguiente:
El materialismo en cuestión no está contaminado
por los dislates de la dialéctica hegeliana y afirma que lo material se da a
varios niveles, del físico al social; el realismo concomitante coincide con el
objetivismo; el sistemismo afirma que cuanto existe es un sistema o parte de un
sistema; el cientificismo, que el enfoque científico es el más fértil; y el
humanismo, que el principio moral supremo es Disfruta de la vida y ayuda a
disfrutarla. Este principio se opone tanto al individualismo como al
globalismo, en particular el estatismo. Además de reemplazar el culto de la
muerte por el de la vida feliz y útil, implica al secularismo, aunque no impone
el ateísmo. Lamentablemente, las facultades de humanidades, en particular las
nuestras, ignoran el pentágono que empolla ideas nuevas, en particular las que
resultan más o menos verdaderas por ser realistas y sistémicas, por cumplir el
programa cientificista, y que no dañan por ajustarse al humanismo. En efecto,
en esas escuelas predominan hoy quienes repiten o comentan textos herméticos o
retrógrados, como los de Hegel,
Nietzsche, Heidegger y sus imitadores. En resumen, el socialismo auténtico,
a diferencia del nominal y del dictatorial, combina la democracia con la
cooperación y con la libertad para pensar y actuar en provecho de todos excepto
los parásitos. Realiza así las aspiraciones de los filósofos más avanzados de
la Ilustración: Holbach, Diderot y Helvétius.
Mario
Bunge, Socialismos y filosofías, Sin permiso, 12/05/2013
Comentaris
Te mando el enlace a tres libros míos en Kindle por si quieres echarles un vistazo: Heidegger, Nietzsche y Schopenhauer:
http://www.amazon.es/s?_encoding=UTF8&field-author=Luis%20Fernando%20Moreno%20Claros&search-alias=digital-text
Saludos cordiales, Luis F. Moreno Claros