Transhumanisme i identitat.








Una cuestión fundamental es si el resultado de esa potenciación mental por medio de un ordenador cuántico, en caso de que sea permanente y no un mero acceso puntual, sigue siendo uno mismo. Este es el famoso problema (famoso al menos en la metafísica analítica) de la preservación de la identidad personal.

¿Mantendría la misma identidad personal un individuo cuya inteligencia y memoria hubiera sido potenciada en varios órdenes de magnitud, un individuo mucho más inteligente de lo que era hasta entonces y capaz de recordar hasta los detalles más insignificantes de su pasado? No faltará quien diga que sí se mantendría, puesto que no habría habido cambios ni en su biología, ni en la continuidad de sus procesos psicológicos, pero no deberíamos descuidar en este caso los enormes cambios que sí se producirían en su narrativa personal, es decir, en la autocomprensión que esa persona tiene acerca de lo que es y ha sido su vida. ¿Podría mantener una historia coherente y fluida de su vida si consolidara como recuerdos permanentes una proporción mucho mayor de todo lo que le sucede?

Por otro lado, un individuo con un cerebro modificado por diversos implantes ¿podría considerar que sigue siendo el agente causante de sus acciones o tendría razones para pensar que su conducta está ampliamente modificada por los implantes que posee? ¿Podría seguir considerando que sus acciones son el resultado de una decisión libre? ¿No cabría la posibilidad de que sintiera que se le está anulando toda su personalidad y su voluntad?

Tendríamos que afrontar asimismo el problema de la “cámara de eco”, es decir, el riesgo de que estas interfaces terminen seleccionando para nosotros la información que nos llega y las personas con las que debemos relacionarnos más frecuentemente. So pretexto de la personalización de la información, el resultado puede ser una cárcel ideológica, intelectual y social. Por no mencionar la enorme cantidad de desinformación y de basura que se almacena en internet y de la que podríamos ser víctimas fáciles.

Añadamos a ello el escenario distópico de un mercado creciente y cada vez más extravagante de comercialización de interfaces capaces de sumergir a nuestras mentes en mundos completamente artificiales, creados ex profeso para superar nuestras limitaciones físicas y/o mentales. No hace falta ser un heideggeriano para comprender que muchas personas podrían dejar simplemente de “habitar” este mundo, el único real, para hacerlo en otro que no dejaría de ser nunca un mundo inauténtico.

Y todo ello ¿con qué objetivo final? ¿Seremos así más felices, habrá mejorado eso que venimos llamando tradicionalmente una vida humana? ¿Será un paso intermedio hasta lograr el verdadero fin (para algunos) de lograr el advenimiento del posthumano?

El transhumanismo se ha convertido en una narrativa inspiradora, casi en una nueva mitología, como ha subrayado Michael Hauskeller, pero si queremos seguir manteniendo un cierto control de lo que la tecnología va a hacer de nosotros, hemos de evitar a toda costa el peligro sobre el que ya avisó Ortega en los años treinta, el peligro de no saber qué desear.

Antonio Diéguez, Mitad humano, mitad máquina: ¿de verdad los cíborgs estan a punto de llegar?, elconfidencial.com 09/01/2022






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