Polítiques d'exclusió.


Copio aquí con permiso los párrafos iniciales de uno de los trabajos que me ha entregado Octavio Escalante para Narrativas de la identidad al que agradezco tanto la información como la luz que me regala sobre la cuestión de la abyección (como lo contrario del reconocimiento con el que ando a vueltas últimamente en este blog):

"A finales de los ochenta aparece un personaje entre las catacumbas del mundo cultural de California. Su nombre de nacimiento es Johnny Baima y su seudónimo es the Goddess Bunny. Algunos de sus estigmas son la homosexualidad, el travestismo, la prostitución, la polio, la violación, el sida, la drogadicción, el ser una cabaretera de poco más de un metro de altura y el llevar atravesada en la columna vertebral una barra de hierro, debido a una negligencia médica.
Resulta cierta riqueza de lo freak al unir todas estas cualidades en un solo sujeto. Es con mucho un queer en la expresión más ofensiva de la palabra, y como consecuencia de esa rareza ha tenido su éxito dentro del ámbito underground en Los Angeles y posteriormente entre los consumidores de fenómenos desconcertantes en internet. Su historia de vida, que apenas alcanzaré a pintarrajear en estas páginas, legitima su figura como representante de lo extraño e incluso de lo inhumano o al menos de lo indeseable. Escasos momentos históricos llenan las biografías repetidas o ligeramente modificadas de sus seguidores o calumniadores: Tuvo polio; mantuvo (aquí no serían arriesgadas las nociones de violación) relaciones sexuales con su padre durante la niñez; los médicos le insertaron a lo largo de toda su columna vertebral una barra de hierro para que pudiera mantenerse de pie, lo que le provocó que no pudiera crecer más; se convirtió en drag queen al terminar su infancia; fue prostituta; dio positivo en el examen de sida; comenzó su exitosa carrera artística, principalmente por un video documental independiente de un director “llamado” Aes-Nihil. Fue ampliamente conocido en internet por un fragmento de ese video documental donde aparece bailando tap, vestido de niña, mientras una voz le dice:“Baila para mí, maldito infeliz” (quienes quieran más información, pueden mirar este vídeo)

Si lo abyecto y lo obsceno son lo que se echa a la cuneta, se saca de escena y se oculta a la mirada, en la sociedad del espectáculo se invierten las visibilidades. Drag queens, y sujetos múltiplemente dañados como Goodess Bunny se manifiestan en la pantalla exhibiendo la rareza (lo queer) que les exilia de las categorías de la normalidad. La hipervisibilidad se transmuta en una suerte de venganza por la falta de reconocimiento. Grupos que han quedado en el trastero de la historia se apropian de su relato mediante la exhibición de su estigma. 

Judith Butler fue la primera que puso de manifiesto este fenómeno y explicó que se trataba de resignificaciones y de ejercicios de parodia que producían una ruptura de las líneas divisorias entre lo normal y lo abyecto. Resaltar mediante lo escénico la ob-scenidad de la existencia cotidiana por parte de quienes han sido privados del reconocimiento es una suerte de transformación en las mismas tramas sobre las que se sostiene el reconocimiento. Si el abyecto no es reconocido como igual, la hipervisibilidad le hará ser reconocido como diferente.

Ahora bien, vayamos con cuidado: la exhibición de la diferencia que realizan héroes epistémicos como Goodess Bunny es algo muy distinto de las cortes de los milagros barrocas donde los seres dañados mostraban en público sus miserias para mover la compasión. Algo ha cambiado cuando los freaks y monstruos salen de los oscuros armarios de la normalización. No se mueve a la compasión sino que la escenificación de la anormalidad interpela a los que se sienten seguros en su estatus y afirmados en su lugar social. Un acto valiente que devuelve la pregunta por la ob-scenidad a la mirada desde arriba: "y tú, ¿qué?".

Esta interpelación no debería interpretarse como una especie de ventilador, "todos somos monstruos", "todos somos excluidos", "tú también"... No. La exclusión es un fenómeno que secciona la sociedad en grupos asimétricos. No todos son ni están excluidos. La exclusión implica una actitud proactiva por parte de quien excluye. Owen Jones ha explicado en Chavs: la demonización de la clase obrera la convergencia de las políticas que inició Margaret Thatcher de ruptura de las organizaciones, redes y lazos sociales del proletariado inglés con un proceso cultural de exclusión social. El laborismo se convierte en una ideología de escapar de la clase obrera y su cultura en una burla continua de los gestos, modos de vestir y hablar de sus miembros. Observamos así un complejo proyecto histórico de exclusión que produce la abyección de una parte de la sociedad convirtiéndola en ob-scena y maldita. Son procesos históricos reales que constan de múltiples niveles. Recuerdo aún cuando tantas adolescentes y preadolescentes de primaria y secundaria se encolerizaban con sus madres porque las prendas de vestir que les habían comprado les hacían parecer unachoni, (uno de los equivalentes en español del término inglés "chavs", que viene por cierto, como "chaval" "chavala" del romaní, otro de los grupos abyectos). Fenómenos históricos como el punk fueron producto de estas resignificaciones de lo abyecto. Los chavs se convirtieron en freaks que interpelaban las miradas de quienes querían escapar al destino de clase (el iluminador estudio de Dick Hebdige, Subcultura. El significado del estilo es un lugar para analizar las transformaciones de la visibilidad que llamamos tribus urbanas como redistribución política de las sensibilidades). 

La abyección como acción y como resultado tiene, pues, componentes políticos, sociales, culturales y psicológicos (Julia Kristeva ofreció en Pouvoirs de l'horror. Essai sur l'abjection una interpretación psicoanalítica de estos procesos. Es un libro que aún merece una lectura). Es una suerte de reconocimiento inverso, de política activa de exclusión que nace de los deseos de "no ser como ellos", de escapar a un cierto lugar de la sociedad. Pierre Bourdieu, el gran sociólogo del campo social, nos hizo ver los micromecanismos de la exclusión en las políticas de distinción que se producen en el seno de los círculos con diferentes cantidades de capital: económico, social, cultural, simbólico. Dibujó el mapa de la sociedad como un conjunto de fronteras y puertas de acceso. La abyección es la principal fuerza de autoprotección de estos círculos de poder. Las fuerzas de reconocimiento que rigen entre los miembros del círculo se transmutan en fuerzas de abyección para los de abajo. 

Se le olvidó decir que los círculos de arriba se protegen pero no pueden evitar los espectáculos de la abyección. Si la sociedad se ha convertido en una ilimitada secuencia de puertas de acceso, también es cierto que son puertas de cristal, vallas de alambre, que no impiden la visión de los bailes de los que han quedado fuera. Que, a veces, cuando cambian los vientos de la historia, hacen que estas danzas se conviertan en conjuros contra la opresión, la discriminación, la desigualdad.

Fernando Broncano, Contornos de la abyección, El laberinto de la identidad, 01/02/2015

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