Què és l'atenció? (Simone Weil)
La pensadora francesa Simone Weil, que hizo de esa pregunta el corazón de su filosofía, responde: la atención es la capacidad de esperar. Una espera no resignada, sino activa, intensa, alerta.
Simone Weil distingue atención y concentración: la atención no es un esfuerzo trabajoso de voluntad, sino un estado de apertura y disponibilidad. Al mundo, a los otros y a la situación que habitamos. No requiere tanto de un trabajo o de una disciplina penosa, como de una relación con el deseo y la alegría. Si hay deseo hay atención, ponemos atención a lo que deseamos. No consiste tanto en “enfocar” o “centrarse”, sino en vaciarse de prejuicios para ser capaces de acoger algo desconocido y no previsto de antemano.
Es la cualidad, para Simone Weil, de todo aprendizaje y de toda relación no instrumental con los otros.
Lo único que debe enseñarse en la escuela, recomienda provocadoramente Weil, es justamente a prestar atención. Un ejercicio de lógica o de filosofía, de matemáticas o de literatura, sólo son diferentes modos de ejercitar la capacidad de atención. Primero, resistir a todas las tentaciones de “querer saber demasiado deprisa”: el juicio inmediato, la toma de posición automática, el uso de etiquetas y estereotipos para orientarse. Después, elaborar un punto de vista singular y propio sobre lo que sea que se nos presente o que nos afecte.
La facultad de la atención, como pasividad o espera activa, nos desafía a experimentar una temporalidad no inmediatista: no precipitarse o abalanzarse, no quedar llenos de manera prematura, no tener ya una opinión sobre todo lo que pasa o saber siempre de antemano cuál es la opción correcta, sino sostener el tiempo de elaboración de una verdad propia. Un tiempo de proceso, ese “tiempo de ver, comprender y decidir” del que hablaba también el psicoanalista Jacques Lacan.
El segundo sentido de la atención para Weil es la atención al otro. La atención como base sensible de la relación con el otro. ¿En qué sentido?
Weil lo explica a través de la parábola del samaritano: lo fundamental en la relación de cuidado con el otro es la pregunta “¿cuál es tu tormento?”. También a un paralítico, dice Weil, hay que preguntarle cuál es su tormento. Es decir, no presuponer, hablar o pensar por el otro, considerarlo según su apariencia o su origen, sino siempre preguntar y escuchar. Atender a su diferencia, a su singularidad, a su carácter de sujeto.
El cuidado es siempre singular y cambiante. Solicita de nuestra parte una pregunta y un diálogo constante con el otro. De otro modo puede ser también algo opresivo, alienante, asfixiante: ser cuidado como objeto, unidad de una serie, parte de un rebaño. Lo que solemos llamar el mal querer.
Amador Fernández-Savater
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