Actuar sense esperança, assumir la manca de sentit (Laura Llevadot).
Siguiendo a autores como Fisher, Baudrillard y Foucault, planteo que el éxito del neoliberalismo, el hecho que hayamos aceptado este modo de vida hiperacelerado e hiperproductivo, tiene que ver con el deseo, esto es, con la captación, por parte del capitalismo, del mecanismo libidinal de los individuos. Es cierto, como sostienen los lacanianos, que el capitalismo funciona a través del goce, es decir, de la adicción (a las redes, a la pornografía, al trabajo, etc...), pero no es solo por adicción que participamos. Hay también deseo, deseo de ser alguien, de mejorar constantemente, deseo de reconocimiento, deseo de ser deseado y tener capital erótico, por ejemplo. Nuestro deseo es la gasolina con la que se nutre el capital. Pero el resultado real es precariedad, agotamiento, angustia, desesperación y deuda infinita que nunca alcanzamos a saldar.
No creo que sea casual que nuestra enfermedad sea hoy la depresión. Creo que en realidad, parar, dejar de desear, negarse a ser productivo y deseante, es, a día de hoy, un acto político. Para comprender esto hay que concebir la melancolía, no al modo de Freud, para quien la melancolía es un duelo perezoso que no trabaja y se queda pegado al objeto perdido, sino como el estado de quien sabe que la catástrofe ya ha tenido lugar. El melancólico, como dice Kristeva, es un ateo radical, y creo que es eso lo que hoy necesitamos. Un ateismo militante que sepa actuar sin esperanza, sin futuros ni utopías, sin creencias infantiles, capaz de asumir el sinsentido. Actuar según criterios de justicia, antiautoritarismo, o antifascismo, no requiere ni tierras prometidas ni sacerdotes que nos guíen. Creo, por lo tanto, que la melancolía es una gran maestra para los tiempos deseantes y vacíos que corren. Además nos immuniza ante las promesas del infierno de salvadores que vendrán.
Susana Regueira, entrevista a Laura Llevadot: "Nuestro deseo es la gasolina con la que se nutre el capital", Faro de Vigo 03/05/2025
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