"Nihilisme és negació de la singularidad humana" (Victor Gómez Pin)
La singularidad del ser humano viene dada, entre otras cosas, por el lenguaje, que es como un segundo nacimiento. Están el nacimiento biológico, y luego lo que yo llamaría un segundo nacimiento, que es la inserción en el lenguaje.
Lo que caracteriza al ser humano no es tanto saber como aspirar a saber. De hecho, es bien conocido que Sócrates se confesaba ignorante en casi todo, pero complementariamente Aristóteles arranca su texto más célebre, Metafísica, afirmando que todos los humanos —no una élite—, por su naturaleza específica, desean simbolizar y conocer. Otra cosa es que este deseo sea frustrado y hasta repudiado en función de circunstancias sociales contingentes. Una sociedad sana sería aquella que incentivara esta exigencia, mientras que una sociedad insana es precisamente aquella que incentiva la pretensión de saber (que garantiza el triunfo social), parapeto de una ignorancia real.
Lo fascinante es que hayamos llegado a plantearnos la posibilidad de que entes que son resultado del saber humano puedan llegar a sustituirnos. Para que ello ocurriera sería necesario que entidades maquinales llegaran a ser capaces de enunciar juicios cognoscitivos, juicios éticos y juicios estéticos, que nosotros enunciamos casi en todo momento de manera inconsciente, sean o no acertados y fértiles. Que ciertos algoritmos lleguen a este estadio está por probar. Pero el hecho mismo de que ello sea susceptible de discusión racional es algo insólito. Todos los grandes del pensamiento pasado estarían hoy volcados sobre el problema.
Con respecto a los animales: no hay animales que hayan superado el nivel de la experiencia. Cuidado, la experiencia es algo muy importante, lo más esencial para la vida, según Aristóteles. Consiste en medir el error y no volver a cometerlo. En esto, los animales son extraordinarios porque tienen eso, conocimiento experimental. En los seres humanos, el lenguaje hace que a veces ese conocimiento experimental quede perturbado. Tenemos la técnica, aunque eso no es conocimiento experimental. La técnica, sobre la base de muchísimo conocimiento, es lo que hace que haya sido posible crear este aparato [señala el teléfono móvil que graba esta conversación], aparato que jamás habría creado la propia naturaleza por sí misma sin la presencia de un intermediario, o sea, del ser humano. Sin el lenguaje, la naturaleza jamás habría producido esto.
Soy un animal, y tengo un vínculo con todos los demás animales. Ahora, cuidado: el hecho de que ahora mismo nos estemos planteando racionalmente si una máquina puede o no estar haciendo objeciones a su creador, no tiene precedentes en la historia de la humanidad.
La cajera del Bonpreu, o sea, el supermercado de ahí abajo donde yo hago la compra, funciona como un algoritmo. Pero cuidado, no siempre. De repente llega un cliente que le cae simpático y entonces la mecánica es otra, ya no le sale funcionar como un algoritmo. Hay una cosa fundamental: funcionar como un algoritmo es plegarse a un código, pero cuando surgen cosas tan comunes como el deseo, o el sueño, no hay códigos que valgan. No puedes desear lo que te conviene. No funciona. Ni puedes soñar lo que te conviene porque, como han investigado algunos escritores franceses, los sueños tienen que ver con la poesía. Un poeta es alguien en el cual emergen cosas. La poesía no se pliega a nada, solo al lenguaje.
Nihilismo es negación de la singularidad humana. Si esta es una época profundamente nihilista es, entre otras cosas, porque ha dejado de apostar por la realización del ser humano en su confrontación con el conocimiento.
El rol de la filosofía, si lo tiene, es recordar que el ser humano no está destinado a una vida meramente empírica. Los animales tienen conocimiento empírico, que no exige ideas. Ni ética. Que hoy estemos discutiendo sobre si las máquinas son o no susceptibles de tener exigencias éticas, cognoscitivas y estéticas, es algo enorme que no había ocurrido nunca.
Los humanos, de momento, nos estamos preguntando si hay animales que se acercan a nosotros en capacidad cognoscitiva. Y, de momento, lo único que yo constato es que no hay ninguna razón para estimar que otros seres distintos al ser humano tengan esas preocupaciones. Por eso me parece tan bonita la metáfora del arca de Noé. El que se preocupa de los animales es Noé, no al revés. Y de momento, lo mismo pasa con las máquinas.
En un coloquio reciente en la Universidad Politécnica de Valencia se discutía sobre la posibilidad de entidades artificiales susceptibles de responder a nuestra interpelación a la manera de lo que el filósofo Gabriel Zubiri llamaba “inteligencia sintiente”. No estoy en condiciones de saber hasta qué extremo se ha avanzado en esta cuestión, pero si así fuera estaríamos en presencia de un salto enorme. No obstante, se trataría de un salto en el seno de la historia humana, un momento radical de nuestro destino, pero no una emergencia en la historia evolutiva, que es lo que supuso nuestra aparición, es decir la aparición del lenguaje.
Borja Hermoso, entrevista a Víctor Gómez Pin: "El tiempo libre ya no es libre ...", El País Semanal 31/05/2025
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