"No és l'economia, estúpid, és la dignitat" (Michael J. Sandel).



Michael J. Sandel


Lo que es más irritante del wokismo para mucha gente trabajadora, especialmente hombres blancos, es que ellos, que están sufriendo, están siendo descritos como privilegiados. Cuando, de hecho, su experiencia de vida y sus perspectivas económicas no son de privilegio. Son personas que sufren para salir adelante, pero son incapaces de avanzar. Eso tiene que ver con el estancamiento de los salarios, combinado con la ausencia de la movilidad social que el sueño americano les prometía. Eso ya es frustrante. Pero si le sumas a eso que alguien te dice que eres privilegiado, pues es irritante. Y luego está algo que los demócratas no entienden: el patriotismo. Por eso el tema de la inmigración es tan potente. No es porque la gente crea al pie de la letra la retórica de Trump en campaña. No creen que los países extranjeros estén vaciando sus prisiones y sus psiquiátricos e inundando el país con criminales que robarán los empleos. No compran eso, pero sí creen que un país que no puede controlar sus fronteras es un país que no puede controlar su destino. Esa sensación de pérdida de poder, de pérdida de comunidad, es un sentimiento poderoso que el discurso antiinmigración captura y simboliza.

Necesitamos repensar la nítida distinción entre la economía y la cultura. Porque lo que importa es la fuente de los resentimientos legítimos, y estos no son enteramente económicos. No es solo que la brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado. No es solo la desigualdad de riqueza. Es también la creciente división entre ganadores y perdedores. Cuando esa desigualdad económica se traslada a la división ente perdedores y ganadores, ahí es donde se juntan la economía y la cultura. Aquellos que aterrizaron arriba llegaron a pensar que su éxito era obra suya, era su mérito, y que los que perdieron merecían su destino también. Y cuando la gente trabajadora se siente menospreciada por las elites, eso es económico en parte, pero también cultural. Tiene que ver con el respeto, con la dignidad. Sí, James Carville estaba equivocado cuando dijo que “es la economía, estúpido”. Una mejor manera de ponerlo sería: es la combinación de la economía y la cultura que lleva a la gente trabajadora a sentir que las elites les menosprecian, que su trabajo no tiene valor y que por ello carecen de dignidad. Bueno, necesitamos un eslogan más corto para remplazar al de Carville [risas]. Yo diría: “No es la economía, estúpido, es la dignidad”. Y la dignidad no es solo el PIB ni el precio de los huevos.

Pablo Guimón, entrevista a Michael J. Sandel: "A Trump no se le frena con la ley, sino con la política", El País 27/04/2025

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