Modernitat i bellesa (Byung-Chul Han).
Edmund Burke |
En Platón no se diferencia lo
bello de lo sublime. Lo bello, precisamente en lo que tiene de sublime, no
puede ser superado. De él es propia aquella negatividad que resulta
característica de lo sublime. La contemplación de lo bello no suscita
complacencia, sino que conmociona. Al final de las fases del camino de lo
bello, el iniciado vislumbra «súbitamente» lo «prodigiosamente bello» (thaumaston kalon),[El banquete, 210 e] lo «divinamente bello» (theion kalon).[íbid, 211e]
Pero el contemplativo pierde el control, es sumido en el asombro y el horror
(ekplettontai). Un «delirio»[Fedro,
244a] lo arrebata. La metafísica platónica de lo bello contrasta en gran medida
con la estética moderna de lo bello como estética de la complacencia, que
confirma al sujeto en su autonomía y autocomplacencia en lugar de
conmocionarlo.
De manera consecuente, la estética moderna de lo bello comienza con la
estética de lo terso. Para Edmund Burke,
lo bello es sobre todo lo terso. Los cuerpos que deparan deleite al tacto no
deben ofrecer ninguna resistencia. Tienen que ser tersos. Es decir, lo terso es
una superficie optimizada, sin negatividad. Lo terso causa una sensación que
queda completamente libre de dolor y de resistencia.
La negatividad del dolor reduce la sensación de lo bello. Incluso la
«robustez» y la «fortaleza» lo merman. Bellas son propiedades como la «ternura»
y la «finura». El cuerpo es «fino» cuando consta de «partes tersas» que «no
muestran aspereza ni confunden la vista».[Philosophische
Undersuchung über den Ursprung unserer Ideen vom Erhaberen und Schönen] El
cuerpo bello que suscita amor y alegría no hace esperar resistencia. La boca
está un poco abierta, la respiración es lenta, todo el cuerpo reposa y las
manos penden con dejadez a los lados. Y todo esto, según Burke, viene «acompañado de un sentimiento interior de enternecimiento
y de debilidad».
Burke eleva lo terso a rasgo esencial de lo bello. Así
es como las hojas tersas resultan bellas en los árboles y las flores, y, en los
animales, los plumajes o las pieles tersas. Lo que hace que una mujer sea bella
es sobre todo la piel tersa. Toda aspereza estropea la belleza.
Edmund Burke libera lo bello de toda negatividad. Lo bello
tiene que deparar un «disfrute [completamente]positivo». Por el contrario, de
lo sublime es propia una negatividad. Lo bello es menudo y delicado, leve y
tierno. Se caracteriza por la tersura y la lisura. Lo sublime es grande,
macizo, tenebroso, agreste y rudo. Causa dolor y horror. Pero es sano en la
medida en que conmueve enérgicamente al ánimo, mientras que lo bello lo
aletarga. En vista de lo sublime, Burke
hace que la negatividad del dolor y del horror vuelva a trocarse en
positividad, resultando purificadora y vivificante. Es así como lo sublime
queda por completo al servicio del sujeto. Con ello pierde su alteridad y su
extrañeza. Es absorbido completamente por el sujeto.
Estética de lo pulido y lo terso
Estética de lo pulido y lo terso
Byung-Chul Han, La salvación de lo bello, Herder, Barna 2015
Traducción Alberto Ciria.
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