Intuïció contra racionalitat.
Vivimos situaciones y momentos de incertidumbre para los que nadie nos da una receta. Nuestra intuición y la decisión de cada momento nos salvan –o no– de un accidente o nos protegen de una influencia negativa. Con la intuición no entramos en el proceso de analizar, dudar, intelectualizar, cuestionar. Con ella hacemos una valoración rápida y precisa. Su sabiduría nos ofrece una verdadera guía, que a veces rechazamos por seguir nuestra lógica o nuestras creencias.
La intuición se siente, se
escucha, no se piensa. Muchos de nuestros pensamientos son acerca del pasado,
pero la intuición es siempre del momento presente. Cualquier proceso racional
para tomar una decisión lleva tiempo y mucha energía del pensamiento. Las
decisiones intuitivas son instantáneas y apenas necesitan energía. Seguir una
intuición se denomina a veces hacer caso al corazón.
Esto nos lleva a preguntarnos: si
la sabiduría de la intuición en el mismo corazón de nuestro ser es real… ¿por
qué no la escuchamos, y por qué no nos dejamos guiar por ella? Y cuando la
escuchamos, ¿por qué no confiamos en ella fácilmente? La respuesta es sencilla:
por nuestra programación racional material. Escuchamos distintas voces: la voz
de nuestro rol, de nuestra responsabilidad; las voces de nuestro pasado, de la
opinión de otras personas; la voz de nuestros deseos insatisfechos, la de
nuestra lógica racional, la voz de nuestros miedos y preocupaciones, y la voz
de nuestra intuición. Disponemos de diferentes canales por los que funciona
nuestra mente. Saltamos de un canal a otro sin centrarnos. Estamos dispersos en
muchos temas. A veces nos hablan varias voces a la vez. ¿Cuál de ellas
escuchamos? ¿Cómo decidimos?
Cuando reaccionamos con el piloto
automático de nuestros hábitos y costumbres –quejas, rabia, resistencias, falta
de aceptación, corrección…–, la intuición no funciona porque: Nos involucramos
demasiado. Nos consideramos salvador del otro o de la situación. Intentamos
arreglarlo y empeora. No mantenemos la claridad. Tomamos partido, perdemos la
ecuanimidad.
Estamos programados para creer
que la vida es un viaje y un proceso lineal, racional y físico. Y que nuestro
pensar debe guiarse y medirse con las teorías racionales de otros, sus fórmulas
y modelos (educación). Así nos perdemos en el pensamiento y negamos nuestro
acceso a la sabiduría interna, que reside en nuestro corazón.
Al
ahogar la voz interior con la cháchara mental y racional, anulamos los
sentimientos sutiles y tapamos la luz guía y sabia de nuestro corazón, lo que
en otras palabras denominamos la voz e la intuición. Entonces, o no escuchamos
la intuición, la ignoramos, o la pasamos de largo. Como resultado se percibe
falta de sabiduría en nuestro mundo actual, carencia de amor real en nuestras
relaciones y a menudo vivimos unas vidas diseñadas utilitariamente, sin que
nuestra alma esté en ellas, son funcionales y sin la chispa de la alegría y del
disfrute diario. Es importante saber diferenciar entre un impulso y una
intuición. El impulso puede estar influido por hábitos, deseos o emociones
pasajeras. La intuición surge de la sabiduría interior. Pocos han desarrollado
esta facultad intuitiva. Nuestra educación está casi totalmente enfocada en la
memoria, procesos de la razón y estructuras de racionalidad. A nivel mental,
esto comporta mucho ruido. Una mente que piensa constantemente es una mente
ruidosa, distraída y es incapaz de escuchar y de percibir los sentimientos del
corazón. Esta estimulación mental puede convertirse fácilmente en una adicción.
Es
necesario alinear razón e intuición, mente y corazón, para reajustar las
energías dispersas, despertar nuestro poder interior y centrarnos. Meditando
sintonizamos con el centro de nuestro ser. La meditación nos ayuda a crear el
hábito de responder desde la serenidad siendo conscientes y desactivando el
piloto automático.
La
intuición es un canal directo de comunicación con el interior. Proviene del
corazón del ser. Es la capacidad que tenemos de saber algo sin una base lógica.
Sabes algo sin saber cómo lo sabes, lo intuyes y aciertas. Nos abre un nuevo
canal de información que nos permite estar más en contacto con nuestro ser y
con todo lo que nos rodea.
Ha
tenido una experiencia intuitiva cuando ha accedido a una información que no es
“suya”, es decir, cuando sabe algo que nunca ha aprendido, descubierto,
experimentado o vivido conscientemente y, al parecer, esa información es
correcta. Lo que frena su expresión es la cabeza, la parte lógica y racional.
Nuestra lógica es limitada. Intentamos ir en línea recta, cuando las únicas
líneas rectas que existen en el universo son las que ha creado el hombre.
Las
creencias limitadoras, como por ejemplo: “no puedo”, “no cambiará”, “es
imposible”, bloquean y no permiten escuchar su intuición. Tendemos a negar
nuestras posibilidades y a limitar nuestro potencial. En un mundo donde
aprendemos a tapar, esconder, proteger, defender y atacar, construimos barreras
a nuestro alrededor y en nosotros mismos de forma que nuestro sentido intuitivo
tiene más dificultades para realizar su trabajo. El verdadero significado de in-tui-ción es “tutora interna”, es
nuestra mentora y nuestra guía. Utilizamos la intuición para acceder a un nivel
de conciencia diferente del que mantiene el problema. Nuestra intuición es
clave para nuestra creatividad.
A la
capacidad de utilizar y entender el idioma creativo interior la llamamos
intuición. Una intuición segura y que se manifieste al menos con relativa
frecuencia implica y presupone un sólido desarrollo intelectual y espiritual,
así como madurez e inteligencia emocional. De lo contrario, puede divagar hasta
la región de la fantasía.
Llegar
a ser realmente intuitivo es el resultado de un largo y persistente esfuerzo
evolutivo que presupone un gran desarrollo personal, espiritual, mental,
intelectual y emocional previo. Estar en espacios no habituales favorece
escuchar la intuición. En esos espacios no hay rótulos, estás fuera de la
rutina y en una ruta que no has transitado antes.
Una
intuición, si la sigues, en cuanto aparece es suave. Si la reprimes, cuando por
fin se expresa puede aparecer en forma de impulso apasionado, compulsivo e
incluso puede llegar a ser destructivo. No hacer caso a las intuiciones es como
ponerse de espaldas a la vida.
Míriam Subirana, Hacer caso a la intuición, El País
Semanal, 08/04/2012
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