Contra la resignació.
Lo más infecundo es que se extienda y generalice una actitud de resignación
ante lo que nos encontramos o se nos presenta. Hacen bien quienes trabajan y
luchan por mejorar la situación, toda situación. En eso consiste merecer ser
quienes deseamos ser. Pero reclamar de nuevo resignación, ahora no ya solo ante
una situación, sino ante la respuesta a la misma, la de los
medios, los caminos y los procedimientos elegidos y seguidos, supone una
apropiación que caricaturiza todo destino. Ahora pretendemos denominar
así en especial al producto de nuestras decisiones y preferencias. Estas exigen
debate, controversia y no, de nuevo, resignación. Casi siempre que en el seno de
lo discutible se presenta una opción como inevitable, no es que
se esté haciendo cargo de una situación, es que se está imponiendo un tipo de
respuesta.
Lo menos atractivo de la resignación es que produce efectos de verdadera
parálisis, cuando no de rendición. Y en tal
caso, en nombre de una supuesta e imperiosa "realidad", que no depende en
absoluto de nuestras posiciones y convicciones, se pretende convertirla en algo
mostrenco, indiferente a nuestro quehacer. Ella a lo suyo y nosotros a mirar.
Los debates provocados por la conocida afirmación de Honoré de
Balzac, “la resignación es un suicidio cotidiano”, enfrentan a
quienes la consideran una estrategia adecuada como aceptación inteligente de la
realidad y a quienes estiman que es un modo de desistir ante la
adversidad.
Pero
no pocas veces en ese concepto de "realidad" se
incluyen, además, las actuaciones de quienes, por lo visto, velan por su
existencia con diversas intervenciones para que no se vea contaminada por eso
que llamamos “lo imposible”. Que sea el título, entre
otros, de un magnífico libro de Georges Bataille no hace sino
confirmar que el asunto da que decir y, desde luego, no es tan evidente como
para detener el pensamiento ante su mera mención. Lo imposible se
presenta como un desbordamiento del saber, como una tarea poética de dimensión
creativa. Poiesis es creación. Acerca de lo llamado imposible
también podríamos tomar algunas decisiones.Convendría.
Si se filtrara como posición la de entender como "realista" la
aceptación silenciosa y resignada ante las diferentes opciones y decisiones,
ofrecidas y presentadas como el descubrimiento de la única vía posible de
salvarnos, eso confirmaría que efectivamente estamos perdidos.
Resignados, nuestra confianza pasaría por desconfiar de nosotros mismos, de
nuestro hacer y decir, a merced entonces de los que creen saber lo que nos
conviene.
Ciertamente, esta conformidad en las adversidades podría considerarse
positivamente porque se asienta en la tolerancia y en la paciencia, pero si se
reduce a ellas como una coartada para la pasividad viene a ser
entrega a la voluntad de otro, algo que, sin compartir la decisión, no
es condescendencia, sino sometimiento.
Son tiempos complejos que reclaman aún más colaboración,
corresponsabilidad y esfuerzo colectivo, pero
difícilmente se alienta, se logra y se anima el impulso necesario si lo que se
solicita es adhesión indiscriminada, que es una forma cada vez
menos sofisticada de resignación, donde habita un desánimo silenciado. Queda
claro que desde ella resulta menos viable una tarea en común
que propicie otras y mejores condiciones.
Ángel Gabilondo, Nada de resignación, El salto del Ángel, 27/04/2012
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