La Il.lustració fracassada.
Blom, que ya había visitado el siglo XVIII en Encyclopédie y el
arranque del siglo XX en el brillante Años de vértigo, ha regresado al
Siglo de las Luces para hurgar y deleitarse en las huellas de los salones
literarios del París de la Ilustración para señalarnos a los traidores culpables
de este fracaso; el primero de todos, Jean Jacques Rousseau, un antilustrado,
“el primer romántico” que es “el padre de las dictaduras, del
totalitarismo”.
“No invento nada”, se defiende Blom, “lo dice en El Contrato Social.
Necesitamos la censura, escribe, necesitamos ejecuciones, tenemos que acabar con
la gente que piensa de forma diferente. Sus deseos se cumplieron. Lo hizo gente
como Stalin, que tenía un retrato suyo frente a su escritorio”. Kant y Voltaire
también son culpables: “Son los padres del capitalismo burgués del siglo XIX,
porque sus ideas fueron extremadamente importantes para las estructuras de
poder. Podemos seguir odiándonos a nosotros mismos, dijeron, podemos seguir
oprimiendo a las mujeres y a quienes piensan de manera diferente, aunque ahora
no en nombre de la cristiandad o de la Iglesia católica sino de la filosofía
ilustrada”. Para Blom seguimos en el mismo punto. “Hoy en día, la mayoría de
estos reflejos culturales ni siquiera los atribuimos a la herencia cristiana,
creemos que son de sentido común y esto nos encierra en una cárcel que ni
siquiera sabemos que existe”.
Los héroes derrotados serían el padre de la Enciclopedia Denis
Diderot y su protector, el deliberadamente olvidado, según Blom, barón Paul
Thiry d‘Holbach, sobre cuyo salón parisiense, que fue el epicentro del debate
ilustrado entre 1750 y 1770, se articula Gente peligrosa. Un lugar
excepcional por el que pasaban las mentes más brillantes de aquel mundo
fascinado por la ciencia, una lista encabezada por David Hume —el tercero de sus
héroes— y que incluye a nombres como Horace Walpole, Edward Gibbon, George
Buffon, Cesare Beccaria, Adam Smith, Laurence Sterne, Benjamin Franklin… por
solo citar algunos.
También nos cuenta las tormentosas relaciones entre el paranoico Rousseau y
el siempre atareado Diderot, y la pelea que acabó separándoles para siempre.
“Diderot y Rousseau son como hermanos. Diderot había sido religioso de joven,
quería ser jesuita, aunque creció para entender, en contra de su instinto, que
la religión no tenía sentido porque no es verdad, degrada a la gente y los hace
más miserables. Entendió que tenía que empezar a pensar en contra de lo que le
decía su instinto. Rousseau era todo lo contrario, creía que todo lo que pensaba
o creía, tenía que ser la forzosamente verdad y a partir de ahí construía su
pensamiento”.
J.M. Martí Font, El gran combate de la Ilustración, El País, 26/04/2012
Llegiu principi del llibre: http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/obras/gente_peligrosa_pp_la_ciudad_de_las_luces.pdf
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