Què és el que queda del 15M?
El rumor de fondo ya es cada vez más audible. La proximidad del primer
aniversario del #15M
excita y anima a los que veían con escepticismo y preocupación cómo la multitud
les disputaba el protagonismo de lo público y lo político. El cinismo avanza
confiado en la idea de que el cansancio y el desánimo de los que llenaron las
plazas y las calles será la mejor demostración de su inanidad. Sienten que, por
fin, va a llegar su momento para poner las cosas en su sitio. Las dificultades
para convertir en progresos democráticos el espíritu de la primavera egipcia,
por ejemplo, les facilitan una nueva coartada. Hay quien cree que es mejor
Mubarak que una mayoría islamista en el Parlamento egipcio
democrático. Aquellos que nunca vieron esperanzas, o temieron perder sus
privilegios, se apresuran a certificar la desilusión. Pero se equivocan.
Los días previos al 15 de mayo serán,
seguramente, el escenario de un auténtico chaparrón de análisis, declaraciones y
opiniones que argumentarán el descrédito y la decepción sobre la capacidad de
estos movimientos para ir más allá de la agitación, la denuncia y la
concienciación democrática, como si esto fuera poco. La violencia que ha
salpicado algunas concentraciones recientes, en especial alrededor de la huelga
general del 29M, flota en el ambiente como amenaza y excusa.
Amenaza para los nuevos movimientos sociales. Excusa para desacreditarlos,
confundirlos y mezclarlos por parte de quienes -sin comprender lo que pasó- se
apresuran a certificar lo que sucede y sucederá en el futuro. Excusa también
para que el Gobierno anuncie la reforma del Código Penal. Intelectuales,
abogados y activistas afines al movimiento creen
que Rajoy pretende "amedrentar" a los ciudadanos con este
anuncio y que recorre a la "estrategia del miedo" para incriminar formas de
respuesta pacífica pero alternativas.
Ya hay quien prepara los funerales de lo que
consideran fue solo espuma política. Volveremos a oír las voces que ya nos
advertían de lo peligroso, por efímero y frágil, del movimiento, a la vez que
insinuaban su carácter infantil e inmaduro, vulnerable y manipulable (no
faltaron, ni faltarán, teorías conspirativas), y minaban la confianza en las
fuerzas políticas de izquierda tradicionales, dejando paso a la ofensiva
conservadora. La victoria del PP el 20N
confirmaría estas advertencias sobre el pernicioso efecto que sobre la política
democrática, y sobre la izquierda en particular, podía tener el movimiento de
los indignados. Pero este tipo de análisis interesados solo alarga la agonía de
la
realidad a la que debe enfrentarse la socialdemocracia.
El simplismo corroe el pensamiento político,
acomoda y reconforta a quien no quiere ver lo evidente. Los que así piensan, y
conforme vayan pasando los días se expresarán de manera estentórea, creen que
las multitudes ilusionadas no son capaces de canalizar las emociones en
propuestas y alternativas, que el gusto por el activismo esconde una incapacidad
para el pensamiento y el análisis. En definitiva, que se ha perdido el tiempo.
No saben que, como dice el filósofo Edgar Morin: “los
indignados denuncian; no pueden enunciar”. Y esa naturaleza no es déficit,
sino la
fuerza moral de los que dijeron basta, sabiendo el porqué, pero sin saber
–todavía- el cómo.
Y
se producen movimientos de fondo. El éxito parcial del 29M
no fue solo de los sindicatos ni de la oposición, sino de un magma social que
confluye, puntualmente, con las organizaciones establecidas pero
que las desborda y estimula con nuevas
realidades organizativas, estéticas y propositivas.
En el libro de Raffaele Simone,
El
monstruo amable: ¿El mundo se vuelve de derechas?,
Joaquín Estefanía describe en el prólogo un determinado
retrato de estos movimientos, que ilustro con este fragmento: “La primera
batalla, la de la percepción, ya la tiene ganada la derecha global, sin
necesidad de comparecer. Y en ella juegan un papel esencial los jóvenes, para
quienes en general la política ha dejado de ser una actividad articulada, una
búsqueda de soluciones que se obtienen del esfuerzo, del estudio de los
problemas y del discurso elaborado sino más bien un deseo genérico de ‘hacer
cosas’, de actuar e incluso de pelearse, de que ‘se enteren’, de ‘darles una
lección’. Así, la política [frente a la que los jóvenes sufren
una desafección creciente y cuando les preguntan qué opinan del sistema que los
acoge contestan que es corrupto, fallido, indiferente e irresponsable hacia
ellos] tiende a identificarse no con la elaboración cultural e ideológica sino
con el ‘comportamiento’, con el culto a la acción directa”.
Pero es la acción directa, precisamente, la única
alternativa que tienen muchos ciudadanos, y en
especial los más jóvenes y los mayores. Exigirles propuestas desde una
atalaya que puede ser percibida como paternalista, cuando la política adulta,
senior, establecida es incapaz de resolver las grandes ecuaciones, no se siente
como aceptable.
El próximo #12M
(Global Day of Action) es la referencia para actuar de nuevo,
un año después de la fecha que cambió muchas percepciones y que supuso la
politización –que
no partidismo- de muchas conciencias. La cita tiene dimensión internacional, transnacional, global. Un alianza heterogénea, en red,
descentralizada, está nutriendo de enlaces y pistas una amplia coalición por
otra política. Antonio
Hernández Rodicio, en el prólogo del libro “Otro Gobierno” de César
Calderón, define así estas nuevas coaliciones horizontales y
heterogéneas de activistas y emociones políticas: “Nuevos paradigmas para
problemas antiguos. Revoluciones en red, y redes revolucionarias. Una legión de
ciudadanos globales, formados, conscientes de sus derechos y exigentes que no
tienen quién les escriba”.
Ya no están en las plazas, ahora. Volverán,
en menos de un mes. De momento, llenan
las redes de propuestas y alternativas dispares y –a veces- contradictorias.
No tienen prisa, aunque son rápidos. A quien realmente el tiempo apremia y se
le escapa de las manos es a la política formal para dar una respuesta a las
multitudes que avanzan sin vanguardias. El dirigismo acabó. “El asunto es que el
viento ha barrido las antiguas certezas”. Lo que viene no sabemos lo que es, pero sabemos lo que
detesta: la irrelevancia de la política para dirigir y corregir el desorden
en el que estamos instalados.
Antoni Gutiérrez Rubí, A un mes del
#15M , Micropolítica, 17/04/2012
Comentaris