Precarietat de la filosofia.
Joseph Proudhon |
No hace falta decir que las condiciones históricas del proletariado antes o
del "precariado" hoy han cambiado mucho los supuestos, pero no necesariamente
para mal.
El "precariado" se compone cada vez más de clase media y culta. No culta a la
manera que agradaría a un conspicuo premio Nobel pero sí informada (aunque sin
libros) respecto a todo lo que hay. Bueno, malo y regular.
Este nuevo ciudadano, educado en la cultura de consumo, no es un patán sino
un tipo crítico, escéptico, escamado y con muchas ganas de reaccionar. No hay
líderes al modo de Marx o Lenin para organizar la revolución pero hay redes que
hacen las veces de una levadura creciendo para la cooperación. En metáfora
ecológica, no se trataría aquí de que estas gentes fueran parte de una suma de
residuos sin otro destino que el vertedero sino componentes de una materia prima
lista para el reciclaje en un mundo mejor.
¿Qué mundo? La actual miseria de la filosofía no ha logrado todavía esbozar
una alternativa cabal. Los protagonistas del 15-M saben lo que no quieren pero
aún les falta saber cómo acceder a lo que a retazos desean.
El Estado se ha hecho de una parte tan invisible y escurridizo que no es se
sabe cómo dar con su corazón. Camuflado en la beneficencia hospitalaria a veces
o encamado en el mismo lecho del Capital su entidad se deshace como en un
caleidoscopio gigante donde se esconde mejor.
La civilización del espectáculo ha sido una película que llevamos viendo
repetida desde hace lustros. Lo novedoso es comprobar como el espectáculo es la
misma civilización. Los medios siempre han rebuscado en argumentos
sensacionalistas y la descomunal miseria con sus injustas desigualdades sería
hoy el máximo foco de atención.
En esta coyuntura, La filosofía de la miseria explotaría su
deplorable contenido mientras La miseria de la filosofía conllevaría,
en paralelo al texto de Marx, una denuncia de la civilización hecha
espectáculo.
Porque, en efecto, si la crisis ha adquirido esta magnitud y virulencia
asesina, no es solo producto de su naturaleza íntima sino resultado de haber
conquistado el principal papel como personaje del espectáculo radiado, grabado o
televisado. De la llamada "civilización del espectáculo" estamos de vuelta. La
idea hacia el futuro es la función que desempeñan los medios de comunicación
para calentar, como en un Barça-Madrid, la transmisión de los avatares de la
Gran Crisis y su habilidad para convertirla en un serial que día tras día nos
lleva al borde del abismo, al borde de la quiebra y al infierno de una hoguera
que, el día menos pensado, puede convertir en cenizas a las piras de moribundos
desprovistos de toda asistencia, de las mínimas prestaciones y hasta de una
"miserable" fe en el porvenir.
Vicente Verdú, El espectáculo de la civilización, El País, 28/04/2012
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