Desde que los ministros de Rajoy, en especial Montoro y Ana Mato, decidieron
explicar didácticamente los porqués de la demolición del Estado, entendemos las
cosas mucho mejor. He aquí un resumen, claro como el agua, de sus argumentos: Se
pone precio a la sanidad para que continúe siendo gratuita y se expulsa de ella
a determinados colectivos para que siga siendo universal. Se liquidan las leyes
laborales para salvaguardar los derechos de los trabajadores y se penaliza al
jubilado y al enfermo para proteger a los colectivos más vulnerables. En cuanto
a la educación, ponemos las tasas universitarias por las nubes para defender la
igualdad de oportunidades y estimulamos su privatización para que continúe
siendo pública. No es todo, ya que al objeto de mantener el orden público
amnistiamos a los delincuentes grandes, ofrecemos salidas fiscales a los
defraudadores ambiciosos y metemos cuatro años en la cárcel al que rompa una
farola. Todo este programa reformador de gran calado no puede ponerse en marcha
sin mentir, de modo que mentimos, sí, pero al modo de los novelistas: para que
la verdad resplandezca. Dentro de esta lógica implacable, huimos de los
periodistas para dar la cara y convocamos ruedas de prensa sin turno de
preguntas para responder a todo. Nadie que tenga un poco de buena voluntad
pondrá en duda por tanto que hemos autorizado la subida del gas y de la luz a
fin de que resulten más baratos y que obedecemos sin rechistar a Merkel para no
perder soberanía. A no tardar mucho, quizá dispongamos que los aviones salgan
con más retraso para que lleguen puntuales. Convencidos de que el derecho a la
información es sagrado en toda democracia que se precie, vamos tomar RTVE al
asalto para mantener la pluralidad informativa. A nadie extrañe que para
garantizar la libertad, tengamos que suprimir las libertades.
Juan José Millás, Un sindiós, El País, 27/04/2012
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