Nietzsche, un tarat llestíssim.
A
la superstición del yo se
refiere, precisamente, en el prólogo a Más
allá del bien y del mal.
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Nietzsche
cita con aprobación a Stendhal: “Para ser un buen filósofo hace falta ser seco,
claro, sin ilusiones. Un banquero que haya hecho fortuna posee una parte del
carácter requerido para hacer descubrimientos en filosofía, es decir, para ver
claro en lo que es” (final del parágrafo 39 de Más allá del bien y del mal,
Alianza, Madrid 1983, p. 64). El banquero como “espíritu libre” –ya que dispone
suficientemente de la lucidez, la indiferencia ante el sufrimiento ajeno y la
nuda voluntad de dominación que, según Nietzsche, constituyen lo más importante
del equipaje del filósofo.
Si alguien necesitaba una confirmación –no por
indirecta menos valiosa— de que, en la era del capitalismo financiarizado, el
nietzscheanismo tiende a ser puro conformismo social, hela ahí.
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Nietzsche
era un tarado. Un tarado listísimo, claro que sí, y del que se puede aprender
mucho. Para lo cual hay que leerlo –eso sí— las más de las veces a contrapié, a
redropelo, gegen den
Strich.
Un tarado en lo moral, un crítico cultural notable, y
un sugestivo filósofo metafísico en otros ámbitos… Pero en cualquier caso, un
peligroso seductor que nos insta a deshacernos de nuestras más valiosas
aspiraciones: la idea de igualdad político-moral y los procedimientos
autocorrectivos de la ciencia moderna.
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Página
sí, página no, en los libros de Nietzsche uno tendría que ir escribiendo: tonterías, las justas. Pero
eso no lo ve uno con 16 años: lo ve, si acaso, con 35.
Jorge Reicmann, jenseits von gut und böse, tratar de comprender, tratar de ayudar, 13/03/2012
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