Glossari Tiqqun.

Biopoder:

Es la reducción de la vida humana a simple carne que vigilar y gestionar según parámetros estandarizados de belleza, salud o placer. Desde el poder médico al mercado de las sensaciones, el biopoder se arroga toda competencia sobre lo que tenemos de más íntimo, ya sea nuestro sufrimiento o nuestro deseo. Los expertos y especialistas del biopoder nos definen y describen lo que sentimos verdaderamente. De ese modo, nos quedamos sin lenguaje (físico o verbal) para nombrar nuestros malestares o expresar lo que queremos. Ya no somos capaces de hablar, sentir o desear por nosotros mismos. Pasamos de sujetos a pacientes, de cuerpos apasionados a autómatas emocionales. Nos transformamos en cosas. La Jovencita y los Hombres-máquina son las figuras a través de las cuales Tiqqun piensa estos cuerpos extranjeros a sí mismos y sometidos a la tiranía del «buen funcionamiento» (en la salud, el amor o el sexo).

Metafísica occidental y metafísica crítica:

La metafísica occidental encuentra su consistencia en el presupuesto de un punto de vista soberano sobre el mundo. No se trata de un pensamiento sin consecuencias, sino de una filosofía práctica: Occidente está hecho a imagen y semejanza del esquema metafísico por el cual un sujeto soberano (Hombre, Razón o Progreso) se opone o gobierna todo lo que no es él (“dueños y señores de la naturaleza”). Ese sujeto o presencia soberana asume la forma de una fortaleza absoluta, separada, sin relación, autosuficiente y autocentrada. De la distinción entre sujeto y mundo, base de la metafísica occidental, se derivan luego otras muchas separaciones desgarradoras: entre cultura y naturaleza, contemplación y acción, libertad y apego, sí mismo y otro, humano y no humano, etc.

La filosofía de Tiqqun recibe el nombre de “metafísica crítica” porque parte de preguntas radicales sobre el sentido de la vida que hunden la frontera que nos separaba nítidamente del mundo. A través de ellas nuestro ser-en-el-mundo se vuelve problemático, pierde el control sobre la realidad y se abre así a la posibilidad de crear otros modos de existencia.

Poder, espectáculo, imperio:

Tiqqun se esfuerza en analizar el poder, no tanto como la acción de un agente extranjero o un sujeto que nos hace frente, sino como un conjunto de relaciones en las que estamos involucrados. De ese modo redefinen y usan dos conceptos relevantes de la teoría crítica contemporánea: espectáculo (Guy Debord) e imperio (Toni Negri).

«El espectáculo no es una cómoda síntesis del sistema de los mass-media. Consiste también en la crueldad con la que todo nos remite sin tregua a nuestra propia imagen.

El imperio no es una especie de entidad supra-terrestre, una conspiración planetaria de gobiernos, de redes financieras, de tecnócratas y de multinacionales. El imperio está allí donde no pasa nada. En cualquier sitio donde esto funciona. Ahí donde reina la situación normal.» (Llamamiento; y otros fogonazos).

Partido Imaginario:

Tiqqun llama así a la multiplicidad de prácticas, existencias y mundos dis-conformes. No se trata de una clase social ni de un segmento concreto de la sociedad, sino más bien de un movimiento difuso de deserción de las formas de vida y los papeles impuestos (jóvenes, obreros, mujeres, víctimas). El Partido Imaginario no plantea un antagonismo dialéctico o una relación de fuerzas clásica (clase contra clase), sino un movimiento de secesión creativa y separ/acción de la sociedad. La tarea política es articular esas deserciones heterogéneas en un plano de consistencia, sin totalizarlas ni unificarlas.

Nuda vida y formas-de-vida:

Son dos conceptos que Tiqqun retoma del filósofo Giorgio Agamben. La nuda vida es la vida concebida como mera función biológica. Se opone a la vida del ser político que tiene lugar en el espacio de una comunidad política. En su trilogía Homo sacer, Agamben analiza el poder en Occidente como gestión de la vida reducida a nuda vida: personas sin ningún derecho que habitan un espacio de excepción o cobayas humanas convertidas en objetos experimentales de la tecnociencia.

Por el contrario, una forma-de-vida es esa intensidad apasionada que polariza nuestra existencia y deshace la distinción entre público y privado, existencial y político, interioridad y acción. Según Tiqqun, «cada cuerpo está afectado por su forma-de-vida como por un clinamen, una inclinación, una atracción, un gusto». La inclinaciones de las formas de vida no definen una identidad (qué soy), sino por el contrario una singularidad, una presencia y un ser-en-situación (cómo yo soy lo que soy). La inclinación se puede conjurar o asumir. La nuda vida sería el resultado de la primera opción. La segunda abre el camino a la posibilidad política: la elaboración del libre juego entre formas de vida.

Bloom y «mala sustancialidad»:

El Bloom es una figura ambivalente. Por un lado, sustituye al «proletario» de Marx, al «espectador» de Debord y al «musulmán» de Agamben como representación de la alienación y la desposesión extremas. El Bloom es una nada. Pero una nada que puede serlo todo. Expropiado de cualquier inscripción en una comunidad, el Bloom es también «pura disponibilidad para dejarse afectar». Pura humanidad desnuda. Eso le abre la posibilidad de reapropiarse de su no-pertenencia esencial y recrear lo común y la comunidad fuera de los moldes tradicionales: nación, clase, comunidad de oficio, etc. En el Bloom habita la promesa de una comunidad abierta e incluyente, no definida por una identidad. Pero no es fácil hacerse cargo de tanta desnudez: la «mala sustancialidad» es la adhesión ciega del Bloom a cualquier identidad postiza desde el miedo al vacío.

Como explica Agamben hablando de Tiqqun, «denominan Bloom a los nuevos sujetos anónimos, a las singularidades cualquiera, vacías, dispuestas a todo, que pueden difundirse por todos lados pero permanecen inasibles, sin identidad pero reidentificables en cada momento. El problema que se plantean es: '¿Cómo transformar el Bloom? ¿Cómo operará el Bloom el salto más allá de sí mismo?'»

Existencia impropia (palabrería, equívoco, se-dice, curiosidad):

«Prisionero en la trivialidad de la existencia cotidiana, el hombre vive bajo el imperio impersonal del 'se' (das man): yo me veo obligado a trabajar, a vivir e incluso a sostener determinados puntos de vista porque así se trabaja, se vive y se piensa» (Heidegger). Los rasgos de la existencia impropia, inauténtica y banal según Heidegger son tres: la falsa curiosidad o afán de novedades por la que el sujeto salta de una cosa a otra incapaz de detenerse y sin profundizar en nada; la palabrería que consiste en hablar de las cosas sin entenderlas y asumirlas, repitiendo simplemente lo que se dice y se oye; y el equívoco en el cual no se sabe qué se comprende y qué no se comprende, todo tiene aspecto de genuinamente comprendido, cuando en el fondo no lo está.

Tiqqun:

En la Cábala de Isaac Luria (1534-1572), el término 'Tiqqun' denomina el proceso de redención, de la restauración de la unidad del sentido y de la vida, de la reparación de todas las cosas por la acción de los hombres mismos.

Comunismo:

La realización del 'Tiqqun' en el terreno de la historia.

«Nuestra única preocupación es el comunismo. No hay nada previo al comunismo. Los que creyeron lo contrario, a fuerza de perseguir la finalidad, zozobraron con cuerpos y bienes en la acumulación de medios. El comunismo no es otra manera de distribuir las riquezas, de organizar la producción o de administrar la sociedad. El comunismo es una disposición ética: una disposición a dejarse afectar, en contacto con otros seres, por lo que nos es común. Una disposición a compartir lo común. El otro estado de Musil se le parece mucho más que la URSS de Jruschov» (Teoría del Bloom).

Glosario publicado en Primeros materiales para una teoría de la Jovencita (Acuarela, 2012)

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