"Contribución a la guerra en curso".
by David Sánchez |
Hablar de guerra en nuestra sociedad cuando el mundo está lleno de tortura
física, atentados sangrientos y masacres indiscriminadas puede parecer
exagerado, es cierto. Pero, tal y como recoge la RAE, las guerras también son
luchas morales. Combates silenciosos, si se quiere, pero que todos, en menor o
mayor medida, padecemos o intuimos. Las democracias no pueden sustentarse
únicamente en el voto cada cuatro años a partidos que, un día después de ganar
las elecciones, violan sistemáticamente su propio programa electoral. Por el que
fueron elegidos, precisamente.
El ciudadano se siente huérfano de representación. Se manifiesta, se reúne
junto a miles de personas que protestan por los mismos fallos del sistema, y la
única respuesta que recibe es el uso de la violencia. Se confunde eso, la fuerza
legítima que hemos delegado en la autoridad con la violencia que sólo quiere
reprimir la voz discordante. El político parece observar las manifestaciones
como procesos naturales, insertados en las estrategias de recortes sociales, y
que no deben transformar en absoluto la agenda oficial. Que griten, que se
quejen, y seguimos con lo nuestro, parece que nos digan desde su silencio
inquietante. Existe el riesgo que cada vez peligre más la cohesión social, pero
el día a día vuelve a poner la maquinaria a funcionar... ¿Cuáles son los
mecanismos de control que utiliza el poder para que nada cambie?
Pensar la diferencia
Errata Naturae acaba de publicar, en
este sentido, Contribución a la guerra en curso, un
libro que reúne un texto de Deleuze y uno de
Tiqqun, una revista francesa - fundada en 1999 - vinculada al
ámbito de la filosofía y que quiere "recrear las condiciones de otra comunidad".
Se trata, pues, de pensar la diferencia, de identificar las formas que adopta el
poder para reprimir las libertades civiles. Es, sin duda, una invitación a la
resistencia.
El texto de Deleuze, titulado ¿Qué es un dispositivo? y publicado
por primera vez en 1989, es una relectura de la obra de Foucault y de las tres grandes instancias desde las que
trabaja el filósofo francés: el saber, el poder y la subjetividad.
El dispositivo, nos dirá Deleuze, es una "unidad" que se compone de líneas de
diferente naturaleza. Así, los mecanismos de control mutan, se escapan, se
fugan. Por ello, parece que vivamos en un cambio constante – el célebre gatopardismo – pero lo único que se transforma es la
orientación de los dispositivos: "lo actual no es lo que somos, sino más bien
eso en lo que devenimos". De este modo, "nuestra actualidad se dibuja en las
disposiciones de control abierto y constante, muy distintas de las recientes
disciplinas cerradas".
Lo que nos está diciendo Deleuze (¡hace más de 20 años!) es que, aunque sean
menos evidentes que antes, los mecanismos de control siguen vigentes. Se han
adaptado a los tiempos (más, después de la revolución tecnológica) y, si no los
sabemos identificar, dejamos de ser "diferencia" y, por lo tanto, libres.
La teoría del "Bloom"
Acudimos a una manifestación
multitudinaria, hay cierta euforia, llegamos a casa y nos vemos en televisión,
confundidos entre la masa. Hemos ejercido "nuestro derecho" y ahí acaba la cosa.
La frustración nace de sabernos integrados en el sistema, que incorpora la
crítica como parte del engranaje, y alimentamos así un motor que funciona con
más fuerza que nunca. El colectivo Tiqqun nos propone que imaginemos "decenas de
cuerpos aparentemente sin vida, separados por delgados tabiques de vidrio y
tecleando en sus ordenadores". Seguro que nos suena. Esta visión proporciona "la
revelación del carácter brutalmente político de la inmovilización forzosa de los
cuerpos".
Tiqqun denomina "Bloom" – término adoptado del Ulises de Joyce – "a
los nuevos sujetos anónimos, a singularidades cualquiera, vacías, dispuestas a
todo, que pueden difundirse por todos lados pero permanecen inasibles, sin
identidad". Unos sujetos, claro está, que podrán ser vigilados por la
generalización de cámaras que encontramos en las tiendas, en las calles y en los
edificios públicos.
El ejemplo de dispositivo perfecto es la autopista que "en un máximo de
circulación coincide un máximo de control". Aparentemente, nos movemos por ella
con sensación de libertad, pero todos los vehículos están estrictamente
identificados e individualizados a través de las matrículas. Hay que garantizar
la "sorpresa-cero", e incluso los accidentes son clasificados como una "serie
estadística", prevista y previsible. No es inocente tampoco cuando se nos ha
hablado tantas veces de las "autopistas de la información". Las conclusiones
saltan a la vista.
El escenario de guerra
En la época del "Bloom", se
defiende desde Tiqqun, "la crisis de la presencia se hace crónica y se objetiva
mediante una enorme acumulación de dispositivos". En este sentido insisten en
que el objetivo de la biopolítica nunca ha sido otro que "garantizar que jamás
lleguen a constituirse mundos, técnicas, relatos compartidos o magias
por cuyo medio la crisis de la presencia pueda superarse". Ésa es la guerra,
allí está el combate.
La propuesta que nos presenta Errata Naturae navega entre la teoría y la
acción. Es la "necesidad de pensar nuestra vida para intensificarla",
competiendo contra el capitalismo a través de tres pasos: el estudio de cada uno
de los dispositivos - saber cómo funcionan - , combatir su opacidad compartiendo
los saberes-poderes adquiridos (el intento persistente de criminalizar las redes P2P
y los proyectos en copyleft puede entenderse desde este punto
de vista) y, por último, la insurrección. ¿Pero cómo enfrentarse a los
mecanismos de control tan bien instaurados?
Tiqqun invita a luchar "contra la miseria que se nos quiere imponer" (véase
aquí el discurso repetido una y otra vez sobre la necesidad del sacrificio como
valor social). Según el colectivo francés, hay que "descubrir las regularidades,
las concatenaciones, las disonancias: cada dispositivo posee su propia
musiquita". Pero hablamos de una música que no podemos oír mientras "fluyamos"
por el dispositivo mismo. No somos conscientes de los mecanismos que nos
controlan – de hecho, los defendemos si alguien los ataca – mientras formamos
parte de ellos. "Para ello sería preciso partir de otra temporalidad".
En este sentido, cabría rescatar la
conferencia que Safranski ofreció recientemente en el CCCB, y que
precisamente titulaba Sobre el tiempo. Cuando, viviendo en la
aceleración de nuestros días, "la información ya no se transforma en
experiencia", el conocimiento no encuentra espacio en una sociedad que sólo
consume rápidamente, sin digerir.
El libro de Errata Naturae acaba con una pregunta abierta:
"¿Seremos lo bastante fuertes y numerosos en la insurrección como para elaborar
una rítmica que impida a los dispositivos reformarse?". La respuesta la
encontraremos en cómo salgamos de esta crisis, que evidentemente ya no es sólo
económica.
Albert Lladó, ¿Por qué estamos en guerra?, La Vanguardia, 06/03/2012
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