El treball: el problema subjectiu essencial d´aquest present.
La tragedia es aquello en lo que los espectadores del teatro griego se reconocían, simplemente en razón de que tras la trama aparente traslucía algo a lo que, en todos los casos, se halla confrontada la humanidad. En el escenario trágico se hacía presente lo indisociablemente tremendo y magnífico de la condición humana; se recreaba la matriz de esa tensión, esa insatisfacción en lo dado, esa exigencia subjetiva de romper límites que, en condiciones de libertad conduce al hombre a bscar una fórmula que haga inteligible lo hasta entonces oscuro, a forjar una frase nunca antes pronunciada o a generar una forma nunca antes percibida.
Asumir el conflicto inherente al ser humano en toda
circunstancia y que la agonía trágica representaba paradigmáticamente es algo
que no puede confundirse con la mera lucha por la subsistencia. Las expresiones
de lo cabalmente humana surgen, nos dice Aristóteles, cuando está resuelto todo
lo relativo no sólo a la subsistencia, sino también al ornato de la vida;
asegurado pues aquello que hoy denominaríamos dignidad del entorno, empezando
por la propia casa.
Por ello en la Grecia que mantenía tremendas jerarquías
sociales la frontera entre el hombre de condición humilde y el que por su
situación de esclavo se hallaba deshumanizado, pasaba por hallarse o no excluido
de la asistencia al teatro. Hace tiempo tuve ocasión de citar aquí el siguiente
párrafo (los subrayados son míos) del extraordinario libro de Max Pohlenz,
La libertà greca:
La sociedad de formación natural ofrece al individuo no
solo el espacio vital, sino también un contenido de vida,. El campesino ático
que cultivaba campos y viñas lejos de la ciudad, rara vez podía encontrar tiempo
para asistir a la asamblea popular. Eso no quita que politicamente fuese no,
digamos, de Maratón o Arcadia sino un Ateniense, tuviese el conocimiento que le
permitía (en las elecciones importantes, que le concernían personalmente
porque afectaban a todos) aportar su contribución de hombre libre. La
ciudad de Atenas, además no era para él simple mercado para sus ventas y sus
compras: allí sobre la Acrópolis dominaba Palas Atenea, que protegía con mano
fuerte,su polis y a él mismo. Y ni siquiera el campesino más simple se
descuidaba de asistir a las representaciones del teatro de Dionisos, gloria de
su ciudad patria"
Es obvio que esta exigencia de una vida cabalmente humana, una
vida sustentada en la asunción de nuestra condición indisociablemente festiva
y dolorosa es algo que puede sonar a capricho, cuando no a sarcasmo, en un
marco social en el que un trabajo mecánico de doce horas, siempre bajo la
inquietante amenaza de la pérdida del mismo, es considerado un bien y hasta un
privilegio.
El tiránico orden social que posibilita tal cosa no es
in-humano (sólo los humanos son susceptibles de forjar prisiones físicas o
espirituales) sino literalmente des-humanizador, una máquina para
impedir que los humanos sean cabalmente tales.
La tesis que estoy defendiendo es muy clara: el arte, la
ciencia y la filosofía como fertilización conceptual de lo que en ambas
prácticas se forja son algo de lo que nadie puede hallarse privado sin verse
amenazado en su humanidad.
Por eso es tan urgente denunciar las teorías pragmáticas que
presentan como único bien al que colectivamente podamos aspirar la posibilidad
de que una reducción de la amenaza laboral alivie un tanto el ofensivo terror al
que los trabajadores se ven sometidos. Hemos de denunciar lo insoportable de la
situación laboral actual, porque reduciendo a los humanos a la esclavitud,
impide precisamente la asunción de la condición trágica en la que consiste el
ser ciudadano. Es simplemente insoportable que la dialéctica trabajo
embrutecedor- pavor a perder tal vínculo esclavo se haya convertido en
el problema subjetivo esencial, en el problema mayor de la existencia.
Víctor Gómez-Pin, La esclavitud y la tragedia, El Boomeran(g), 08/03/2012
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