L´individu genial, segons Schopenhauer.
Si leemos el libro tercero, y sus complementos, de El mundo como voluntad y representación de Arthur Schopenhauer, podemos reflexionar sobre las diferencias que existen, o no, entre el hombre que posee talento y el hombre genial.
Schopenhauer, jove |
El genio, para Schopenhauer, es aquel hombre
capaz de producir una obra dirigida a la contemplación de la idea platónica, de
la cosa en sí kantiana, de la muerte momentánea del individuo sumiso de sus
relaciones y su causalidad, capaz de sumergirse en lo universal, al modo
budista. Pero, ¿Cómo se reconoce a un genio?
La genialidad es la más estricta objetidad. Es la
intuición más pura. Es, por ello, una renuncia a la propia personalidad para
convertirse en objeto puro del conocimiento. Pero al genio se le reconoce, entre
otras muchas cosas, por un malestar con su propio presente, por una ambición
desmesurada, por una dificultad real ante la vida práctica. El genio necesita de
la fantasía, porque la fantasía es un ir más allá de la relación causal que todo
conocimiento subjetivo permite. Si el genio quiere estudiar, contemplar, las
ideas eternas, debe utilizar la fantasía par romper la barrera del espacio y del
tiempo.
Pero no nos equivoquemos. El genio necesita la
fantasía porque ésta le sirve de herramienta para superar el conocimiento
abstracto. Pero eso no quiere decir que la fantasía, por su sola presencia,
implique genialidad. Si la fantasía está al servicio del cumplimiento de las
necesidades de la voluntad, no es más que una herramienta, en este caso, para la
satisfacción del sujeto, siempre relativa, siempre incompleta.
El genio es un hombre desinteresado. El hombre común se
mueve por sus intereses, por sus ambiciones de satisfacer necesidades
personales, por su volición. El genio no tiene motivaciones más allá del
conocimiento puro. Pero el genio no es siempre genio. Esto es imposible. El
genio, si se comportara como tal en todo momento, no podría sobrevivir. Necesita
actuar como hombre común, en ocasiones, para satisfacer las necesidades
fisiológicas que su propia volición le reclama. ¿Cómo, si no, puede vivir un
hombre que no duerme, o no come, o no bebe?
“La actividad del genio se ha considerado
como el efecto de una inspiración, y,
el propio nombre lo indica, como la actividad
de un ser sobrehumano diferente del individuo mismo, que sólo periódicamente toma posesión de él.”
De esta manera, el genio no lo es en todo
momento. Hay pocos genios y todo hombre común, en algún instante, puede
comportarse como un genio, puede acceder al conocimiento puro si es capaz de
contemplar, mediante el arte, la esencia del objeto sin utilizar un conocimiento
únicamente abstracto y racional. El genio es, por lo tanto, un grado superior
respecto al hombre común, es quien posee los ojos capaces de ver más allá, de
mirar los objetos y no ver individualidades y sus relaciones, comprendiendo lo
universal que éstos desprenden.
Si el hombre común sufre porque la voluntad le
obliga a intentar cubrir determinadas carencias, determinadas necesidades, el
hombre genial, en su vida contemplativa como la del asceta, encuentra una
felicidad que ni siquiera busca. No es estrictamente felicidad. Es, por así
decirlo, ausencia de la necesidad de esa felicidad. Pero el hombre genial,
cuando tiene que desenvolverse en la vida práctica, sufre como el que más. No se
adapta, es antisocial, busca la soledad y no se siente reconocido en una vida
que está encadenada por relaciones causales e intereses.
Una de las confusiones en las que solemos caer,
según Schopenhauer, es en la de no distinguir, con los enormes matices que nos
separan, al hombre genial del hombre de talento. El hombre con talento es un
hombre que bebe de la experiencia, de la ciencia, es un hombre que utiliza sus
conocimientos causales para llevar a cabo una función excelente, de gran
aplicación práctica, tal vez. Pero no posee conocimiento puro de las esencias,
eso no le serviría de nada. El hombre de talento es un hombre común con
excelentes atributos, con una visión de su entrono prácticamente perfecta, pero
con una actuación, siempre, desde su propia individualidad. El hombre de
talento, pues, puede vivir cómodamente en la vida de la volición porque, de
alguna manera u otra, la domina, la entiende, la trabaja. El hombre de genio es
muy diferente. Es objeto puro de conocimiento, las excelencias de una
individualidad no le interesan, porque no se mueve por interés. El genio
contempla el mundo como mundo. El hombre de talento ve el mundo desde su yo,
minúsculo, e intenta interactuar como individuo.
Podemos decir que el científico nunca se puede quedar
satisfecho con sus resultados, por positivos que parezcan. El artista completa
su obra, porque la idea que trasmite es eterna, esencial, imperecedera. La
experiencia cambia constantemente. El principio de razón suficiente, la
racionalidad de lo abstracto, hacen del tiempo, del espacio y de las relaciones
causales las armas para combatir la vida práctica. El genio no se pregunta por
esas armas, porque no le sirven de nada. No necesita contemplar, contempla.
Albert Lladó, La idea de genio en Schopenhauer, Revista de Letras, 29/08/2009
Vegeu fragment del diari del viatge per Europa del jove Schopenhauer;
http://blogs.elpais.com/tormenta-de-ideas/2012/03/el-libro-del-mundo-la-carcel-de-la-vida.html
Vegeu fragment del diari del viatge per Europa del jove Schopenhauer;
http://blogs.elpais.com/tormenta-de-ideas/2012/03/el-libro-del-mundo-la-carcel-de-la-vida.html
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