Som el Sísif modern (sobre l'atenció perduda).

 







Me pasa con cierta frecuencia. Estoy hablando con mi pareja, quizá contándole algo que me ha ocurrido a lo largo del día, y me quedo en blanco. Una vibración repentina del móvil, un wasap que irrumpe en la pantalla pidiendo ser respondido ya o el recuerdo repentino de algo que olvidé que tenía que recordar. Me quedo sin palabras, balbuceo, miro a la estantería, miro al plato, miro al infinito. “No sé qué te estaba diciendo”.

Fíjense si tengo problemas de memoria, que es posible que esto ya lo haya contado en otro artículo. Es probable, de hecho, que ya haya escrito esta columna. No hay problema. Ni recuerdo haberlo hecho ni usted recordará haberla leído.

Si hubiese que redefinir el infierno en pleno siglo XXI, sería un lugar en el que uno nunca termina de responder mensajes de WhatsApp. Cuando por fin ha contestado todos los mensajes pendientes, tiene que volver a empezar, porque la bandeja de entrada se ha vuelto a llenar. Somos el Sísifo moderno, que tenía que empujar sin parar una piedra cuesta arriba, condenado a que se le cayese al pie de la montaña cuando iba a llegar a la cima.

A veces, tengo la sensación de que mi principal tarea diaria es responder mensajes y reaccionar a estímulos, y que el escaso tiempo libre que me queda lo dedico a mi trabajo, a mis personas queridas y mis aficiones. Que he venido a este planeta a escribir 'OK' y poner emojis de manos con el pulgar hacia arriba.

Héctor G. Barnés, Hay una guerra por nuestro tiempo y la estamos perdiendo, elconfidencial.com 19/02/2022

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