Dues distòpies.







Podemos imaginar un mundo en el que, con independencia de dónde se encuentre nuestro cuerpo, sigamos siempre en la misma ciudad, en la misma casa, junto a la misma persona, vestidos con la misma ropa, pensando los mismos pensamientos. O podemos concebir la distopía contraria: un mundo en el que cada día volvemos de un trabajo diferente a una casa distinta, donde nos espera un desconocido y en el que no podemos usar dos veces la misma ropa ni la misma cama ni los mismos pensamientos. A la primera se la llamó “socialismo real”; a la segunda se la sigue llamando capitalismo.

Estos dos proyectos se disputaron el siglo XX con desigual fortuna pero con resultados parecidos: despilfarro de recursos, desprecio por los límites de la Tierra, consideración de los humanos como puros medios de reproducción. Uno fracasó hace 25 años; el otro, bajo nuevos avatares, más veloz y más intenso, domina hoy todo el planeta. Hay una diferencia: el estalinismo era un capitalismo a pedales, trabajoso y represivo, mientras que el capitalismo, y más en su versión tecnológica, es un turboestalinismo, automático y libertario. En la URSS los accidentes se consideraban sabotajes hasta que Chernóbil reveló la acumulación de chapuzas sistémicas llamada “planificación”; en Occidente, al contrario, denominamos “libertad individual” al combustible que conducirá la máquina del mercado hasta el accidente final. En la URSS la gente soñaba con el movimiento; en Occidente hoy soñamos con un poco de lentitud. Se habla mucho de y contra la nostalgia, de y contra la identidad. Hay distintas formas de nostalgia y de identidad. Pensándolo bien, la timidísima corrección de la reforma laboral, recién aprobada en el Parlamento, contiene una nostalgia material de repetición frente al cambio, de permanencia frente a la diferencia. Queremos poder salir de casa, pero queremos poder volver a casa; queremos tener trabajo, pero no 365 contratos al año. Si sólo puede elegirse entre la arena y el aire, es fácil equivocarse. Los soviéticos acabaron rebelándose contra la igualdad; los occidentales empiezan a rebelarse contra la libertad.

Santiago Alba Rico, ¿En tren o en avión?, El País 14/02/2022



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