Hiperobjectes.





Este plástico es un 'hiperobjeto'. Es viscoso (hagamos lo que hagamos, ya está impregnado en nuestro organismo y en el medio natural), no es local (sino que se distribuye de forma global, a lo largo de kilómetros y kilómetros cuadrados de agua y masa terrestre) y tampoco es algo que tenga fin, sino que está inscrito dentro de un proceso que como decíamos nos sobrevivirá a cada uno de nosotros debido a su lenta y progresiva biodegradación. Estas son, precisamente, las características de un 'hiperobjeto', un término acuñado por el filósofo británico Timothy Morton en su libro Hyperobjects: filosofía y ecología después del fin del mundo, el cual nos puede ayudar a pensar de una manera alternativa y crítica sobre los grandes retos ecológicos que asolan al ser humano hoy en día y que precisamente amenazan su existencia a corto y largo plazo.

Morton pertenece a una corriente filosófica actual llamada realismo especulativo fundada a partir de una conferencia en la Universidad de Goldsmiths (Londres) en la que participaron sus máximos exponentes: Ray Brassier, Iain Hamilton Grant, Graham Herman y Quentin Meillasoux, quienes entienden que existe una realidad independiente del ser humano conformada por objetos y cuya comprensión no es antropocéntrica, es decir, es indiferente a los humanos. Estas son las que precisamente nos han conducido a la llamada era del Antropoceno, en la que el hombre ha modificado tanto el medio ambiente a partir de la industria y la tecnología, es decir, con la creación de nuevos objetos artificiales, hasta el punto de afectar, influir y alterar los procesos naturales del resto de objetos.

En primer lugar, habría que definir bien qué entienden los realistas especulativos por objeto. Según Graham Herman, este concepto corresponde a todo lo que existe y que no es sujeto, es decir, desde lo más material (una casa, un árbol, una montaña) hasta lo más abstracto (la energía, el espacio-tiempo o las redes sociales). Ninguno es más importante que otro, aunque tienen diferencias, es decir, están al mismo nivel ontológico. Algunos los hemos creado los humanos para entender al resto de objetos y fenómenos, como por ejemplo los números y las matemáticas. Y lo más relevante: todos ellos existen de manera independiente e indiferente a la acción humana. En otras palabras, si no fueran pensados o usados por un sujeto daría lo mismo.

La aportación de Morton resulta clave para apreciar problemas tan acuciantes como el cambio climático desde un nuevo prisma. A diferencia de los objetos anteriormente explicados, los cuales definidos por Graham son sólidos y finitos, los hiperobjetos no tienen una base realmente empírica, solo pueden comprenderse a través de la estadística. En otras palabras, ¿eres capaz de apreciar cada una de las partículas de plástico a las que hacíamos antes alusión que estaban en el interior del pescado que te acabas de comer y que ahora formarán parte de tu cuerpo? ¿Eres capaz de afirmar empíricamente que existen? Y más aún: ¿puedes recogerlas para después retirarlas y que así ya no afecten negativamente a tus órganos?

Los hiperobjetos solo pueden ser comprendidos a partir de otros objetos, sobre todo de aquellos que nos resultan más útiles: las matemáticas y la estadística. El concepto de Morton sirve de manera excelente para entender posiciones negacionistas sobre asuntos y problemas que son trascendentales a la hora de afectar a otros objetos y que recientemente han aflorado muchísimo entre la sociedad, precisamente sobre temas como el coronavirus. ¿No es normal dudar de que algo exista si no lo puedes ver o interactuar concreta y directamente con ello? ¿Si no hay una demostración empírica de aquello que supuestamente está sucediendo y que sabemos que ocurre a partir de los datos y los análisis estadísticos y científicos?

"No puedo ver ni tocar al calentamiento global", expresaba el propio Morton en un texto publicado en la revista 'High Country News'. "Lo que puedo ver y tocar son esas gotas de lluvia, esta nieve, esta mancha quemada por el sol en la nuca. Entonces, alguien puede declarar: '¡Mira! Nevó en Boise, Idaho, esta semana. ¡Eso significa que no hay calentamiento global!". No lo podemos ver de manera directa, porque es algo muy generalizado y duradero (de unos 100.000 años), por lo que es una entidad increíblemente compleja que tienes que mapear en un espacio que traza todos los estados de un sistema". Y aquí es donde entra la ciencia. Pero como advierte el filósofo, "la ciencia no puede señalar directamente causas y efectos, de eso se ocupa la metafísica, solo puede ver correlaciones en los datos".

Ahora que hemos explicado ambos conceptos, habría que reparar en el subtítulo de Morton, el cual no es nada baladí: "Filosofía y ecología después del fin del mundo". Como tantos otros pensadores actuales, su obra está empañada de la intuición de saberse al borde del precipicio. Hiperobjetos como el cambio climático o la degradación medioambiental, todos ellos de origen natural pero con causas asociadas al ser humano, provocan una reacción por parte de ciudadanos de todo el mundo e instituciones, a la par que un acusado sentimiento de culpabilidad. Así es como las máximas ecologistas se han convertido en las últimas décadas en un 'must' en todo programa político que aspire a gestionar la realidad del presente.

El filósofo británico va más allá. Tres años después de 'Hiperobjetos' publica Dark Ecology: For a Logic of Future Coexistence (algo así como "Ecología Oscura: Para una lógica de la coexistencia futura") en el que trata de forma más pormenorizada la cuestión del cambio climático y la irreversibilidad de sus efectos. A este respecto, parte de la premisa de que nos equivocamos a la hora de situar el fin del mundo en el aumento del nivel de las aguas, el deshielo de los polos o los fenómenos naturales adversos. Básicamente, porque como hiperobjeto, a eso que llamamos "naturaleza" le damos igual los humanos. Y nuestras pretensiones de intentar revertir sus efectos además de paternalistas y antropocéntricas resultan erróneas.

Morton acierta a ver el fin del mundo en esa concepción atropocéntrica que representa el pensamiento ecologista más convencional. "Esto es humillante para los humanos, pero algo bueno a fin de cuentas", reconoce al principio del libro. "Los hiperobjetos nos demuestran que no hay centro y no lo habitamos. Y por otro lado, añaden un giro más: ¡No tienen límite! No podemos saltar fuera del universo". Entonces, ¿cuál debería ser el papel del ser humano ahora que hemos sido desprendidos de ese centro en la creación que antes nos permitió avanzar y ahora ha supuesto nuestra lenta y progresiva perdición?

Enrique Zamorano, El realismo especulativo y los 'hiperobjetos': filosofía para explicar el fin del mundo, elconfidencial.com 11/02/2022

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