El bé, el mal i la llei (Hoobes)
... los hombres no derivan placer alguno sino antes bien,
considerable pesar de estar juntos allí donde no hay poder capaz de imponer
respeto a todos ellos. (224)
Los deseos, y otras pasiones del hombre, no
son en sí mismos pecado. No lo son tampoco las acciones que proceden de esas
pasiones, hasta que conocen una ley que las prohíbe. Lo que no pueden saber
hasta qué leyes. Ni puede hacerse ley alguna hasta que hayan acordado la
persona que lo hará. (226)
De todas formas, qué forma de vida habría allí
donde no hubiera un poder común al que temer puede ser percibido por la forma
de vida en la que suelen degenerar, en una guerra civil, hombres que
anteriormente han vivido bajo un gobierno pacífico. (226)
De esta guerra de todo hombre contra todo hombre, es también consecuencia que nada puede ser injusto. Las nociones de bien y mal, justicia e injusticia, no tienen allí lugar. Donde no hay poder común, no hay ley. Donde no hay ley, no hay injusticia. La fuerza y el fraude son en la guerra las dos virtudes cardinales. La justicia y la injusticia no son facultad alguna ni del cuerpo ni de la mente. Si lo fueran, podrían estar en un hombre que estuviera solo en el mundo, como sus sentidos y pasiones. Son cualidades relativas a hombres en sociedad, no en soledad. Es consecuente también con la misma condición que no haya propiedad, ni dominio, ni distinción entre mío y tuyo; sino sólo aquello que todo hombre pueda tomar; y por tanto tiempo como pueda conservarlo. (226-227)
Las pasiones que inclinan a los hombres hacia la paz son el temor a la muerte; el deseo de aquellas cosas que son necesarias para una vida confortable; y la esperanza de obtenerlas por su industria. Y la razón sugiere adecuados artículos de paz sobre los cuales puede llevarse a los hombres al acuerdo. (227)
Capítulo XIII
De la condición natural del género humano, en
lo que concierne a su felicidad y miseria
Comentaris