El nou control moral
El concepto de castigo ha evolucionado a lomos de las nuevas corrientes moralistas. Si antaño, al menos a nivel teórico, la religión tenía en el horizonte el perdón y la redención («Odia el delito, compadece al delincuente», decía Concepción Arenal), la nueva moral parece haber hecho de la purga su razón de ser. Se trata, en suma, de erradicar de raíz el ‘pecado’, aunque sea a base de eliminar a los pecadores. «Vivimos, según autores como Joshua Mitchell, un despertar religioso en el que no hay perdón. Desde luego lo que vemos ahora es la aniquilación y destrucción de los ‘pecadores’, su muerte social. Por otro lado, si esas minorías que han tomado el poder moral y deciden lo que está bien y lo que está mal moralmente, perdonaran, perderían su poder».
La cultura de la cancelación, en aras de la ética, ha propiciado la muerte civil de individuos concretos. Contra ese terrible ad hominem del moralismo se enfrentó Castellio en defensa de Miguel Servet durante la persecución calvinista: «Cuando los ginebrinos quemaron a Miguel Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un ser humano». A escala, el wokismo se impone a costa de la autonomía individual, pues, señala Malo, «se trata de crear un clima de terror, de silencio y de autocensura. No se necesitan muchos casos de silenciamiento para que la población en general entienda el mensaje y lo que les puede pasar si se salen de las normas prescritas por la ideología dominante. Así consiguen que esa ideología se imponga».
Sólo en ese clima exacerbado tienen sentido los golpes de pecho, las ‘autos de fe’ digitales, los señalamientos y las prevenciones más absurdas. La nueva moral pone la tirita antes que la herida, aunque sea precisamente para asestar después el golpe. Un totalitarismo blando que alcanza ya incluso al teórico de todo esto: George Orwell y su 1984, una obra sobre la que recientemente ha prevenido en una universidad británica por su «posible material ofensivo». Para Pablo Malo, «en el momento en que las cosas no se pueden debatir o discutir, en que ciertas opiniones ya no se pueden sostener porque son malas moralmente, pues ya estamos en el campo de los dogmas y no en el del debate democrático entre diferentes ideas todas ellas legítimas. Corremos el riesgo de que el funcionamiento democrático colapse: si ya sabemos cuál es la verdad no necesitamos parlamentos sino un partido único que la aplique». ¿Y si la próxima dictadura no fuese por las armas sino mediante el control moral?
Gonzalo Núñez, Postureo y moralismo en la era 'woke' ..., theobjective.com 26/01/2022
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