Eco-Chambers.
La realidad es un conjunto de fenómenos externos que interpretamos. El construccionismo social nos explica cómo a través de las estructuras y relaciones sociales cotidianas recibimos información sobre el medio. En la actualidad, esta forma de concebir el mundo –o Weltanschauung– no solo habrá de estar determinada por el contexto social y la cultura de la que formamos parte, sino que otros agentes anónimos lucharán por captar nuestra atención y transmitirnos su interpretación de la realidad.
Es cierto que en el mundo analógico también está presente un fenómeno similar: a no pocas personas la realidad les viene dada por su periódico o radio de cabecera, pero la información digital y las redes sociales han creado un nuevo escenario.
Los algoritmos personalizan la experiencia en las plataformas sociales seleccionando la información más adecuada a nuestro perfil. Para ello, se combinan datos de comportamientos previos con datos del comportamiento de personas de perfiles y gustos similares, contenidos próximos y, por supuesto, las tendencias del momento. Junto a las tendencias definidas por los algoritmos estarán aquellas seleccionadas personalmente. Con ello terminamos de dar forma a la cámara.
Al elegir a quién seguir y al seleccionar contenidos personalizados de determinados medios creamos burbujas de información que producen un aislamiento intelectual de los puntos de vista contrarios. Cámaras de eco que refuerzan las visiones personales y, por ello, nuestra interpretación del mundo. Como un eco continuo y reconfortante. Incluso llegan a afectar a temas tan «racionales» como la inversión financiera o de tanto impacto humano como el abordaje de la covid-19.
Aunque algunos estudios cuestionan las cámaras de eco, defendiendo que las personas contrastamos la información en mayor medida de lo que se piensa, por ejemplo para decisiones políticas, lo que no podemos objetar es que nuestra mente recurre a atajos para tomar decisiones o razonar con agilidad.
Somos avaros cognitivos que tratamos de ahorrar energía mental, y a través de la heurística –término que significa descubrimiento– procesamos información con rapidez y eficacia. Especialmente cuando no disponemos de suficientes datos o tiempo, las reglas sencillas y los atajos del pensamiento nos permiten comportarnos con agilidad, aunque puedan inducirnos a error.
Nos anclamos en un dato, ejemplo o imagen favorable a la visión personal de un tema, ajustando el resto de información a este punto de referencia hasta alcanzar una conclusión acorde con nuestro pensamiento. El heurístico de anclaje, junto con otros como la predisposición en la formación de impresiones o el sesgo de confirmación –la atención selectiva capta aquella información que refuerza nuestras ideas– son determinantes para que seamos vulnerables a las cámaras de eco. Y más, cuando el sesgo de confianza nos lleva a creer que nuestros razonamientos son más correctos que los de otras personas.
Sabemos que tendemos a tomar como referencia fragmentos de información a partir de los cuales construir el «todo» y generar opiniones. Pero aunque comprendamos que se trata de un fenómeno de nuestra psicología cognitiva, no deja de resultar inquietante el hecho de interpretar la sociedad y, a su vez, tomar muchas decisiones, a partir del ruido y las sombras de las nuevas cámaras de eco. ¿No recuerda todo esto a las ilusiones ópticas? Cómo no pensar en la lámina en la que podemos ver a una joven o a una anciana dependiendo de los elementos tomados como referencia para construir la imagen global.
Antonio Blanco Prieto, Cámaras de eco, el peligro de los algoritmos en nuestra mente, ethic.es 28/12/2021
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