Llibre II de "La República"





Dado que hasta este momento de la conversación no se ha conseguido esclarecer qué significa ser un hombre justo, Sócrates plantea debatirla a una escala mayor: la de la ciudad. El debate ya no es qué virtudes debe presentar un hombre justo, sino cómo es —y cómo debe organizarse— una ciudad justa. En este punto es importante recordar que la ciudad es a los antiguos griegos lo que el Estado es para nosotros.

La ciudad justa, explica el discurso de Sócrates, se caracteriza por su especialización: cada uno se dedica a un oficio para suplir las necesidades del conjunto de sus conciudadanos. Para que una sociedad funcione bien, se necesita una división del trabajo porque, como individuos aislados, no podemos satisfacer todas nuestras necesidades de forma aislada. Así, en la ciudad justa hay una clase de artesanos (médicas, zapateros, cocineros…) que se dedican a suplir estas necesidades y hay otra clase social que Sócrates denomina los guerreros y cuya función es la defensa de la ciudad.

Estas divisiones no son arbitrarias. Cada clase social, continúa Sócrates, es un reflejo de las distintas partes del alma humana. Así como los artesanos se caracterizan por satisfacer los distintos deseos (comer, sanar …), una parte de nuestra alma —a la que llama concupiscible— es la que busca esta satisfacción.

La función de los guerreros, en cambio, no yace en mantener la vida satisfecha de sus necesidades (pues deben ser capaces de entregar su vida), sino en otro tipo de pasiones como el honor. Los guerreros se caracterizan por una personalidad que no se basa en la satisfacción de los deseos (como los artesanos), sino que su motivación es otra. Esto, y para Sócrates es una gran ventaja, los hace más difícilmente corrompibles por el dinero.

Mientras que los artesanos satisfacen el deseo, la cualidad de los guerreros es la irascibilidad. Los guerreros representan una segunda parte del alma humana: el alma irascible. Sin embargo, todavía falta algo, apunta Sócrates. Los guerreros necesitan un guardián (o unos pocos) que los dirijan. En la ciudad justa que se dibuja en La república, el filósofo es el rey porque es el reflejo del alma racional del ser humano.

Javier Correa Román, 'La república' de Platón, el primer gran libro de filosofía, filco.es 22/11/2021

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