Teoria de l'error moral
… en materia de filosofía moral me considero un relativista, cercano a la que se conoce como “teoría del error moral” (…) Este relativismo no es una postura moral: no es que no haya nada que me parezca bueno o malo éticamente hablando. Al contrario, estoy seguro de que comportamientos tales como el asesinato, los abusos sexuales, la discriminación racial o salir de un comercio sin pagar la compra no te parecen más reprobables a ti de lo que me parecen a mí. (…) A pesar de mi relativismo, yo tengo mis preferencias o valores morales, faltaría más; lo que ocurre es que el relativismo del que estoy hablando es una concepción metaética, es decir, una doctrina filosófica sobre “en qué consiste tener una postura moral” (sea esta última la que sea). Y lo que nos dice esa doctrina es que los juicios, preferencias o valoraciones morales no son verdades objetivas, como puede serlo el que los seres vivos están formados por células, el que los seres humanos hemos emitido más CO2 a la atmósfera en los dos últimos siglos que en toda nuestra historia anterior o que cuatro es la raíz cuadrada de dieciséis. Nuestras valoraciones y preferencias morales (“preferencias” en el sentido de que consideramos unas cosas mejores o peores que otras, y “morales” porque ese mejor o peor lo entendemos desde el punto de vista moral) son nada más que eso: valoraciones y preferencias irreductiblemente fundamentadas (al menos en buena parte) en nuestras emociones, e igual de subjetivas que cualesquiera otras preferencias, como las gastronómicas, deportivas, literarias o musicales, aunque intersubjetivas (como también las otras lo pueden llegar a ser) en el sentido de que generalmente son compartidas por grupos más o menos amplios, y pueden verse reforzadas por la continua interacción entre los miembros de esos grupos. Los juicios que hacemos a partir de nuestras preferencias y valoraciones morales son, por lo tanto, relativos, en el sentido de que en la naturaleza misma de las cosas no hay una realidad objetiva y transcendente que garantice que el juicio que hacen los miembros de tu grupo es verdadero de manera absoluta, en vez de serlo el juicio contrario, el que podrían hacer personas pertenecientes a otro grupo, real o imaginario. De hecho, la “teoría del error moral” que mencionaba más arriba afirma que, entendidos como una afirmación literal, todos los juicios morales serían falsos. Así, cuando afirmas que el asesinato es moralmente incorrecto, te estarías equivocando tanto como cuando alguien opina que una violación en masa es permisible en una guerra, por ejemplo. Pues según aquella teoría, los hechos en lo que consisten el asesinato o la violación poseen numerosas propiedades que son reales con independencia de lo que cada cual pueda opinar acerca de ellos, propiedades como la de haberse cometido en tal lugar a tal hora, haber contado con la participación de tales o cuales individuos, haberse cometido con tales o cuales herramientas, haber causado determinadas experiencias de terror y sufrimiento en la víctima, emociones de aborrecimiento en muchas de las personas que piensan sobre ello, etcétera. Lo que no poseen es la cualidad de ser “moralmente incorrectos”, como una cualidad distinta e independiente a la de ser percibidos como “moralmente incorrectos” por tales o cuales personas (quizá la mayoría de los seres humanos o quizá no). (18-19)
La razón por la que solo me
siento “cercano” a la teoría del error moral, en vez de admitirla plenamente,
es porque no pienso que sea necesario que tengamos que entender los juicios
morales de modo literal (que es lo que presupone aquella teoría): cuando yo
digo que asesinar o violar están moralmente mal, no quiero decir (ni presupongo
que eso es lo que pretende decir quien así se expresa) que esas acciones son
“intrínsecamente malvadas” con independencia de cómo lo perciba moralmente cada
persona; solo quiero decir que a mí
me parecen moralmente abominables, que experimento una profunda sensación de
rechazo ante la posibilidad de que sucedan hechos así y que también experimento
una sensación parecida ante la posibilidad de que haya personas que no sientan
ese rechazo. Expresar todo esto mediante una oración que parece afirmar una
verdad objetiva (“el asesinato es
moralmente malo”) sería en realidad una metáfora, una forma de hablar que nos
resulta cómoda y útil en nuestra vida cotidiana, pero que no es preciso
interpretar literalmente como una afirmación metafísica sobre la existencia en
el mundo de entidades tan “extrañas” como los valores morales. Por ello, no
tiene sentido decir que son afirmaciones “erróneas”, tal como sostiene la
teoría del error moral. Una forma de resumir mi posición sería con la frase que
afirma que no existen los valores, solo existen las valoraciones, las de cada
sujeto, y los juicios morales son únicamente la expresión metafórica de esas
valoraciones subjetivas. (19-20)
Jesús Zamora Bonilla, Contra
apocalípticos, Shackleton Books, 2021
Bibliografia:
(J.L. Mackie, La invención de lo
bueno y lo malo, Gedisa, Barcelona (2008))
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