Llibertat com a autodeterminació.




La mayoría de la gente asume, sin gran reflexión de por medio, que los seres humanos somos libres, es decir, que somos responsables de nuestras decisiones. Y somos responsables, precisamente, porque podemos decidir  y actuar de una manera u otra; en otras palabras, no estamos completamente determinados por los estímulos que recibimos de nuestro entorno, ni por nuestra educación, ni por nuestra genética. Sin duda todos estos factores nos condicionan, imponen límites a nuestra libertad, pero no determinan completamente nuestra respuesta. El peor ataque que puede sufrir mi libertad no es que me encierren en una prisión o me tapen la boca, sino que supriman mi voluntad (mi libertad interior, mi capacidad de decidir) mediante un concienzudo lavado de cerebro, usando propaganda, drogas, o lo que sea.
No faltan, sin embargo, quienes niegan que la libertad sea una característica humana real. El argumento suele ser que, puesto que somos seres materiales, estamos sometidos a las leyes deterministas de la materia, luego no somos libres. Desde esta perspectiva mecanicista, el comportamiento de todos los seres vivos, incluyendo a los humanos, se explicaría mediante las leyes de la naturaleza y el procesamiento de información en el cerebro, de modo análogo a lo que ocurre en un ordenador: el comportamiento está completamente determinado por los estímulos recibidos y su correspondiente procesamiento neurológico, conforme a programas más o menos complejos de origen biológico o cultural.
Así pues, ya sea para afirmar que somos libres, o para negarlo, podemos asumir que ser libre implica no estar completamente determinado por algo exterior a uno mismo. Pero hay varias formas de no estar determinado. La primera y más evidente es estar in-determinado, lo que significa añadir incertidumbre al comportamiento resultante. Se puede añadir un factor de aleatoriedad en la toma de decisiones (tirar una moneda al aire para elegir si tomo helado de chocolate o de vainilla), o puede ocurrir que por la propia incertidumbre física el comportamiento no se ejecute exactamente como se había ordenado. No obstante, el indeterminismo apenas añade nada a la situación anterior. No nos engañemos, la mecánica cuántica no es el ansiado refugio de la libertad. Desde ambas perspectivas, determinismo e indeterminismo, la libertad es una ilusión del cerebro, es decir, no es algo real que pueda influir en el comportamiento humano.
Ser verdaderamente libre, en un humano o en un robot, implica por tanto la posibilidad de autodeterminación, es decir, ser dueño de las propias acciones, y por tanto responsable. Esta autodeterminación puede todavía darse de dos modos distintos.
  • Autodeterminación hacia un objetivo. En esta versión, el individuo libre persigue un cierto objetivo, y puede elegir entre diferentes comportamientos para lograrlo. Pero el objetivo, como tal, está dado. Aquí hay una afirmación bastante modesta de la libertad, que consiste solo en la posibilidad de elegir entre varios medios para alcanzar un fin dado y, como mucho, la posibilidad de aceptar o rechazar ese fin.
  • Autodeterminación del objetivo. En esta versión, mucho más radical, el individuo libre no solo se determina a sí mismo hacia un objetivo, sino que también determina por sí mismo el objetivo: el objetivo no está dado, hay que inventarlo. Por así decirlo, el ser libre no solo tiene un destino, sino que también se forja su propio destino. No solo elige cómo convertirse en algo, sino también en qué quiere convertirse. Parafraseando a nuestro autor universal, “Yo sé quién soy, y sé quién puedo llegar a ser” [4]. Y esto es precisamente lo que hace que sea tan difícil tomar ciertas decisiones.
Así entendida, la autodeterminación plantea dos difíciles problemas que no vamos a resolver aquí. El primero, de carácter metafísico, es el problema mente-cuerpo, es decir, la relación entre lo inmaterial y lo material (en cualquier caso, el dualismo cartesiano no es una solución válida, puesto que un ente inmaterial no puede interaccionar con un ente material; la relación mente-cuerpo debe ser de un tipo radicalmente diferente a la interacción que se da entre los cuerpos materiales). El segundo es el problema moral de la arbitrariedad en la elección autodeterminada de los fines: ¿Importa si uno elige este o aquel fin para su vida? ¿Hay ciertos fines mejores que otros?

Gonzalo Génova, ¿Puede ser libre una máquina computacional?, Naukas 10/01/2018
http://naukas.com/2018/01/10/puede-ser-libre-una-maquina-computacional/#699688
NOTAS
[4] “Yo sé quién soy —respondió don Quijote—, y sé que puedo ser, no solo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías”. Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605), Parte I, Capítulo V. Curiosamente, el otro genio universal dice algo muy parecido, que solo a primera vista es contradictorio: “Sabemos lo que somos, pero no lo que podemos ser”. William Shakespeare, Hamlet (1600), Acto cuarto, Escena V (Ofelia a Claudio). Ambos autores ponen de manifiesto la apertura de la naturaleza humana a una plenitud que no está prefijada.

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