Felicitat, economia i budisme.
En Bután, el desafío económico no es el crecimiento del producto interior bruto (PIB), sino de la felicidad nacional bruta (GNH, por sus siglas en inglés). Fui a Bután para entender mejor cómo se aplica la GNH. No hay una fórmula, sino un proceso activo e importante de debate nacional que se adapta a la seriedad del desafío y a la profunda tradición de reflexión budista de Bután. Allí reside la inspiración para todos nosotros.
Parte de la GNH de Bután tiene que ver, obviamente, con satisfacer las necesidades básicas: mejor atención médica, menor mortalidad materno-infantil, mayores logros educativos y mejor infraestructura, especialmente electricidad, agua y servicios sanitarios. Este interés en el progreso material destinado a satisfacer las necesidades básicas tiene sentido tratándose de un país con el nivel relativamente bajo de ingresos de Bután.
Sin embargo, la GNH va mucho más allá del crecimiento generalizado y a favor de los pobres. Bután también se está preguntando cómo se puede combinar el crecimiento económico con la sostenibilidad ambiental, un interrogante al que ha respondido en parte a través de un esfuerzo integral para proteger la vasta superficie forestal del país y su biodiversidad única. Se está preguntando cómo puede preservar su igualdad tradicional y fomentar su legado cultural único, y cómo los individuos pueden mantener su estabilidad psicológica en una era de cambio rápido, marcada por la urbanización y una avalancha de comunicación global en una sociedad que no tenía televisores hasta hace una década.
Llegué a Bután después de oír un discurso inspirador del primer ministro, Jigme Thinley, en la Cumbre de Desarrollo Sostenible que se llevó a cabo en Nueva Delhi en 2010. Thinley había destacado dos puntos convincentes. El primero tenía que ver con la devastación ambiental que había podido observar -entre otras cosas, el retroceso de los glaciares y la deforestación- mientras volaba de Bután a India. El segundo tenía que ver con el individuo y el significado de felicidad. Thinley lo dijo de manera simple: todos somos seres físicos finitos y frágiles. ¿Cuántas cosas -alimentos, chatarra, anuncios de televisión, automóviles grandes, nuevos dispositivos y últimas modas- podemos consumir sin trastocar nuestro propio bienestar psicológico?
Para los países más pobres del mundo, estos interrogantes no son los más apremiantes. Su mayor desafío, y el más acuciante, es satisfacer las necesidades básicas de sus ciudadanos. Pero, para cada vez más países, la reflexión de Thinley sobre las fuentes máximas de bienestar no solo es oportuna sino urgente.
Jeffrey D. Sachs, El crecimiento en una economía budista, Negocios. El País, 05/09/2010
http://www.elpais.com/articulo/primer/plano/crecimiento/economia/budista/elpepueconeg/20100905elpneglse_5/Tes?print=1
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