Per què el futur ha perdut el seu atractiu?






Podría estar dándose el caso, aparentemente paradójico, de que quienes, por razones culturales, ni pensaban en términos de progreso se estén beneficiando de evidentes mejoras en su calidad de vida, mientras que quienes creían contar con él, quienes soñaban con que una especie de fatum positivo terminaría arrastrándoles hacia lo mejor, hoy se sientan decepcionados. Con otras palabras, la pregunta “¿progreso, para quién?” es de todo punto pertinente.

La crisis de la idea de progreso está relacionada con las expectativas que nuestras sociedades alimentaron durante mucho tiempo y que, en la medida en que parecían irse cumpliendo, contribuían a reforzar y generalizar el convencimiento de que las cosas tendían inexorablemente a mejorar. De ahí que el lenguaje de “el día de mañana” para nombrar ese lugar imaginario en el que acabarían por materializarse los propios sueños tuviera una cierta verosimilitud.

Por simplificar, lo que parece haber perdido el futuro es sobre todo su carácter inequívocamente positivo, y ha ido irrumpiendo también el convencimiento de que puede ser el espacio en el que se materialicen un montón de amenazas que parecen revolotear sobre nuestras cabezas. 

Una cosa que ha ocurrido es que han ganado una enorme visibilidad los efectos negativos del desarrollo del complejo científico-técnico. Bastaría con pensar en el origen de alguna de esas amenazas a las que me refería hace un instante. La preocupación por el cambio climático, por la proliferación de armas de destrucción masiva, por las nuevas pandemias, por no hablar de cuestiones de otro tipo, como la invasión de nuestra intimidad o el control sobre todos los aspectos de nuestras vidas, viene indisolublemente ligada al hecho de que lo científico-técnico se ha convertido en una enorme fuerza productiva que está transformando por completo nuestro mundo.

La socialdemocracia está en crisis precisamente porque ha triunfado. El momento fundacional del Estado del Bienestar empieza a quedar muy atrás, y la ciudadanía europea se ha acostumbrado a convivir con él, a dar por descontada la universalización de derechos esenciales. Pero si decía que no habría que descartar que precisamente este triunfo del horizonte socialdemócrata se encuentre en el origen de su actual crisis es porque la generalización de las prestaciones sociales (incluso en países con gobiernos conservadores) ha convertido en menos necesario el discurso que las reivindicaba.

Antonio García Maldonado, entrevista a Manuel Cruz: "El futuro ha perdido su carácter equívocamente positivo", Letras Libres 30/11/2017

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