Classe mitjana, ressentiment i meritocràcia.
En el momento en el que las categorías que han articulado la clásica clase media, sus valores e ideales, han sido vaciadas de valor, el mundo mismo se le presenta como carente de valor. Una vez que esos valores –meritocracia, defensa del statu quo, capacidad de consumo, estatus, distinción, igualdad de oportunidades, «sueño americano», «igualdad social europea», etc.– entran en crisis, toda esa sociología que hasta entonces había sostenido el orden adquiere también una valoración muy precisa, son «nada».
El sistema de afectos que atraviesa el proyecto de las nuevas extremas derechas no señala a un segmento sociológico concreto. Su proyecto no nace con el objetivo de reparar una situación de desigualdad, sino de conservar una pretérita situación de privilegio desde una lógica antagonista, señalando como enemigo a quienes atenten contra él o lo imposibiliten. Se trata de una fuerza reaccionaria que necesita del retorno a un privilegio antes tenido para seguir siendo.
Las clases medias apuntan a un agravio comparativo: otros (las minorías) le han arrebatado aquello sobre lo que creían tenían derecho. La clase media, el sujeto que encarnaba el sueño de la igualdad de oportunidades y la meritocracia, se ha roto. Consideran que no merecen caer a los lugares de la marginación, pues no es su lugar natural. Por eso encuentran eco en las nuevas formas políticas reaccionarias: todas sus demandas comienzan con «recobrar», «restaurar», «devolver». El reverso de conseguir éxito a través de la meritocracia es el intento de evitar el fracaso. Es preciso restaurar la justicia para restaurar su bien. El objetivo es que los códigos de dominio de las clases medias vuelvan a regir. De ahí su rencor, defensivo y reaccionario, y la pulsión por la restauración de algo perdido. El futuro es anhelado como promesa de retorno.
Thomas Jefferson, el tercer presidente de EE. UU., dijo a principios del siglo xix que «la naturaleza es la que asigna las clases». La clase media siempre fue hija de esta concepción y reacciona hoy contra la desnaturalización del estatus que por naturaleza les corresponde. Ninguna otra clase hizo tan suya la lógica meritocrática, la posibilidad de progresar en función de las aspiraciones, el talento y la disciplina individual. La expresión «clase media en crisis» es el nombre que recibe hoy la identificación con unas sociedades dañadas por esos «otros», «extraños», minorías que invaden el espacio del sujeto legítimo de la nación por antonomasia. A la clase media le han arrebatado su legado y ha sido relegada al córner de la historia al erosionar sus «legítimos privilegios». Los «otros» no sólo ponen en peligro aquello que se considera propio. La verdadera amenaza reside en la posibilidad de que ocupen su otrora lugar de privilegio. De ahí la nostalgia de una jerarquía natural deshecha, de una prosperidad asociada al imaginario del emprendimiento y el esfuerzo combinada con una política fiscal de bajos impuestos. Por eso reclaman mecanismos restauradores que permitan recuperar lo perdido frente al «orden natural» alterado por las luchas de las minorías.
Lo que las clases medias en su declinación reaccionaria ansían es el retorno de la ficción jurídica de la igualdad de oportunidades, la meritocracia, que el mercado de opciones de vida sea neutro y que no se privilegien otras formas de vida. En ello consiste la rebelión contra la igualdad por parte de las antiguas clases medias hoy en crisis, una lucha contra la democratización en el acceso al consumo, bienes, estatus y reconocimiento de quienes otrora habitaban en los márgenes. Padecen la angustia colectiva ante la decadencia y agonía de un mundo que se resiste a morir.
Desde esta desorientación política, material y afectiva, las nuevas extremas derechas introducen un antagonismo horizontal, los de abajo contra los de abajo. Proyectan rabia, ira y resentimiento contra los de abajo, contra las minorías: éstas se han beneficiado de la globalización neoliberal y la clase media ha acabado perdiendo. Sienten que les han quitado aquello que por derecho natural les corresponde: los inmigrantes les quitan el trabajo y las mujeres les quitan los derechos. Las minorías, en fin, impiden el curso recto de la historia: sólo la lógica neutra de funcionamiento del mercado capitalista posibilita la permanencia de la lógica meritocrática.
Que en este nuevo antagonismo no se apunte hacia arriba, a capitalistas o políticos del status quo, sino a los que consideran más abajo del estrato social, se debe a que la clase media siempre consideró que los de arriba están en su legítimo derecho de estar arriba. Es una lógica de la adecuación, un sentido platónico de la justicia, el derecho natural a ser ricos y poderosos y el derecho a ser pobre. Aceptan a los ricos porque entienden que existe una correspondencia meritocrática entre esfuerzo y recompensa. No cuestionan los privilegios de los ricos porque el sueño de la clase media es aspiracional: ellos también pueden llegar ahí; con esfuerzo, pueden llegar a ser lo que quieran. Cualquier otra escena de igualdad es vivida como una humillación y una ofensa. La lucha de las minorías es el punto simbólico que muestra a las clases medias la inversión competitiva de nuestra época: aquéllas son unas privilegiadas y las clases medias en crisis las nuevas minorías oprimidas. De resultas, el fin de la promesa meritocrática se convierte en un narcisismo herido.
Antonio Gómez Villar, Crisis de las clases medias. De la promesa de la meritocracia al resentimiento existencial, espacio-público.com 13/03/2023
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