L'art de modificar-se el cos.
Una de las obras de la serie 'Las mujeres que lloran están enfadadas' Galería RocioSantaCruz
ORLAN, así, con mayúsculas, es una artista mutante y feminista cuyo trabajo siempre ha estado centrado en la presión que la sociedad ejerce sobre el cuerpo de las mujeres.Vestida con traje morado a juego con sus labios, mitad rubia mitad morena, encima de las cejas luce dos de esos implantes de silicona que habitualmente se utilizan para realzar los pómulos que le dan un aire de pequeño diablillo. Son la culminación de un proyecto de arte carnal, e n el que convirtió su cuerpo en objeto escultórico. Entre 1990 a 1995, se sometió a nueve operaciones de cirugía plástica.
“Toda mi vida es un intento por salirme del cuadro”, señala la creadora, que explica que su paso por el quirófano no buscaba un ideal de belleza, sino quitarse la máscara con la que había nacido y reinventarla. “Crearme a mí misma destruyendo cualquier rastro de identidad impostada”, dice, y enfatiza: “No quería ser más bella o quitarme años, sino todo lo contrario: más fea, monstruosa, indeseable”. Su cuerpo es suyo, le pertenece.
Nacida como Mireille Porte en Saint-Étienne en 1947, “me dí a luz a mí misma cuando tenía 16 o 17 años”, recuerda. Luego, ya en la cuarentena, comenzó aquella serie radical titulada La reencarnación de Santa Orlan , por la que reescribió el arte occidental en su propio rostro. Una operación alteró su boca para imitar la dela Europa de François Boucher, otra cambió su frente para imitar la de la Mona Lisade Leonardo; modificó su barbilla para parecerse a la de la Venus de Botticelli; tomó prestados los ojos de la Psique de Gérôme y la nariz está inspirada en una escultura de Diana.
“Al principio pensaban que eso no era arte, que estaba loca. Eso mismo decían de los impresionistas y ahora sus imágenes están en las cajas de bombones. Confío en que eso mismo ocurra con mi cuerpo”, ríe. Lo ha intentado donar a algún museo, sin suerte de momento. Pionera de la performance, a lo largo de su trayectoria se fotografió a sí misma desnuda, y dio a luz a un maniquí andrógino; se transmutó en máquina expendedora de besos a cambio de cinco francos; expuso las sábanas manchadas de semen de sus múltiples amantes; en el Museo del Louvre pegó un pequeño triángulo de su propio vello púbico a la mujer desnuda de El rapto de Antíope y su cuadro El origen de la guerra mostró a un hombre con su sexo en erección, tumbado sobre un lecho como la mujer de la pintura de Courbet.
Teresa Sesé, Orlan: "He intentado donar mi cuerpo a un museo, sin suerte de momento", La Vanguardia 16/03/2023
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