Les intuicions morals i les variants del dilema del tramvia.




(...) la filósofa Philippa Foot en un artículo de 1967. desarrolló el dilema del tranvía. Como seguro que ya sabréis, porque es uno de los dilemas más comentados y debatidos de las últimas décadas, dice así:

Un tranvía sin frenos se dirige hacia cinco personas que están trabajando en la vía. No puedes avisarles y tampoco puedes parar el tren, pero sí puedes accionar una palanca que lo desviará hacia otra vía. Allí hay otro trabajador, solo uno. ¿Debes tirar de la palanca?

Según el Test de Sentido Moral de la Universidad de Harvard, al que han contestado más de 200.000 personas, el 90% cree que debemos tirar de la palanca.

El dilema tiene una gran cantidad de variantes que modifican ligeramente el escenario, haciendo que cambien también las respuestas. La variante más conocida es la que propuso otra filósofa, Judith Jarvis Thomson, en un artículo de 1985:

Estás en un puente y ves cómo el tranvía se dirige hacia esos cinco trabajadores. Solo hay una forma de detenerlo: empujando a un tipo corpulento que está a tu lado. Él morirá, pero al menos los otros cinco salvarán sus vidas.

Según el mismo test de Harvard, el 90% contesta que en este caso no debemos empujar al tipo que está a nuestro lado.

El neurocientífico Joshua Greene usó resonancias magnéticas para mostrar que en el primer escenario, el de la palanca, se activan regiones del cerebro asociadas al razonamiento, por lo que nos podemos poner a hacer cálculos (mejor uno que cinco). En cambio, cuando se propone empujar a alguien (o matarlo para fabricar un medicamento) se activan las regiones relacionadas con la emoción, y nos resulta más difícil echar cuentas.

Es decir, no tenemos tanto problema con las consecuencias de una acción en apariencia inocente, como accionar una palanca, y nos cuesta bastante más hacer daño directamente. Según Greene, que consideremos permisible el primer escenario y no el segundo no significa que esta evaluación sea correcta. Del “es” no se deduce necesariamente el “debe ser”, como ya escribió David Hume hace tres siglos. Hay que explicar esta diferencia y ver si nuestras intuiciones morales son o no acertadas. Puede ser que ambos casos estén igual de bien o igual de mal.

En su artículo, Foot habla de la doctrina del doble efecto de santo Tomás de Aquino, que da importancia a la intención. Por ejemplo, matar en defensa propia es moralmente aceptable: nuestro objetivo no es matar a nadie, sino salvar nuestra vida, y la muerte de otra persona es una consecuencia que no buscábamos.

Para Foot, la doctrina de Aquino es imperfecta: tenemos deberes positivos, como ayudar a los demás, y deberes negativos, como no interferir en las vidas ajenas. Nuestro deber positivo de salvar cinco vidas está en conflicto (y para muchos superado) por el deber negativo de no hacer daño a otra persona. Al fin y al cabo, nadie le ha preguntado al trabajador solitario si quiere presentarse voluntario para salvar cinco vidas.

Y esta es una clave que a menudo se olvida en el escenario del tranvía: la voluntariedad. Como dice Thomson, cuando opinamos que activar la palanca está bien es como robarle la cartera a otra persona para hacer un donativo a una ONG. De hecho, la respuesta al escenario del tranvía es diferente cuando sugerimos que al activar la palanca, el tranvía nos arrollará a nosotros para salvar a otras cinco personas y no a otro tipo del que no sabemos nada.

Jaime Rubio Hancock, 'The Last of Us' y el dilema del tranvía, Filosofía inútil 22/03/2023


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