La credulitat dels que no creuen.




Sueles pensar que eres mejor aceptando buenos mensajes y rechazando los malos, mientras que los demás tienen justo la tendencia contraria. Es una parte de nosotros pensando que somos mejores que los demás. Queremos pensar que somos mejores discriminando la información correcta y la realidad es que todo el mundo es bastante bueno. Es un sesgo que nos ayuda.

Lo complicado es la comunicación de masas. En ese contexto, habitualmente, no tienes tiempo para intercambiar argumentos. No conoces a la persona que te da una información, ya sea un político o alguien en la televisión, y tu primera reacción es ser bastante escéptico y rechazar la información si no se ajusta a tus creencias. Pero en tu vida diaria, cuando hablas con tu familia o tus amigos, sabes que puedes confiar en ellos en la mayor parte de los temas. Sabes quién sabe más sobre un asunto y tienes tiempo para intercambiar argumentos. En estos contextos más locales, la gente cambia de opinión con frecuencia y, habitualmente, para bien. No se trata de dejar de intercambiar argumentos, porque habitualmente lo hacemos con nuestros amigos, compañeros de trabajo o profesión y en ese contexto las cosas funcionan.

...los sociólogos y los politólogos que han estudiado los cambios en las posturas en determinados asuntos, como la pena de muerte, los derechos de los homosexuales o el aborto, lo que ven son cambios generacionales. La gente, entre los 20 y los 25, ya tiene una serie de convicciones políticas que, en su mayoría, no van a cambiar. Pero la gente de nuevas generaciones suele tener creencias diferentes de las de la generación anterior.

Hay excepciones. Las posiciones sobre el matrimonio gay en EE UU, por ejemplo, han cambiado demasiado rápido para ser un fenómeno puramente generacional. En estos asuntos de los que la gente habla mucho, y que se cubren mucho en los medios, no sabemos hasta qué punto la influencia es de los medios o tiene que ver con la influencia de la gente hablando con sus personas cercanas. Aun así, es muy lento, sucede a lo largo de 20 años, pero en unos pocos asuntos pueden darse esos cambios de opinión dentro de una generación.

Lo que parece suceder en esos casos es que la facción que tiene los mejores argumentos tiende a ganar, aunque sea lentamente. Pero no es como una varita mágica, como hacer una campaña de comunicación y que todo el mundo cambie su opinión. Son necesarias muchas décadas.

La ciencia funciona más rápido que otros ámbitos, porque se trata de una comunidad relativamente pequeña y cuando salen a la luz nuevas evidencias, toda la comunidad cambia de opinión relativamente rápido. El caso más extremo son las matemáticas. Cuando se presenta una nueva prueba, los argumentos son demostrables y todo el mundo que los entienda se convencerá en cuestión de días o semanas. En temas sociales, es diferente. Los argumentos pueden ser muy fuertes, pero no son demostrativos como los matemáticos, así que es necesario más tiempo. La escala y la velocidad de la transmisión dependerá de la calidad de los argumentos y de cuánta gente esté interesada.

(Pregunta: En todo el mundo, la gente más extrema de derechas piensa que hay una hegemonía ideológica, con gente poderosa en los medios o en las multinacionales, fomentando una ideología que quiere menoscabar la familia o la patria. Y en la izquierda, mucha gente cree que sucede todo lo contrario, que los grandes poderes económicos impiden que los oprimidos se levanten ocultando su opresión o disfrazándola.)

En ambos casos creo que es un poco exagerado, pero creo que en ambos casos es algo que hace la gente para descartar opiniones con las que no están de acuerdo. En lugar de pensar que la mitad de su país mantiene puntos de vista que encuentran repulsivos, prefieren pensar que les han lavado el cerebro los medios de comunicación de izquierdas o derechas. Lo que sucede, en ambos casos, es que la gente tiene sus opiniones y los medios les dicen lo que quieren oír.

Una de las razones por las que la gente mantiene sus opiniones, incluso aunque le den buenos argumentos, es para no quedar mal. Cuando cambias de opinión sobre un tema que has defendido, si eres un activista contra la energía nuclear, por ejemplo, suele tener un coste social.

(Pregunta: ¿La educación nos hace menos crédulos?)

Creo que nos hace menos conservadores. Hace que sea más fácil que cambiemos de opinión, entre otras cosas, porque la educación te hace más permeable a la ciencia y a aceptar nuevas ideas. Pero al mismo tiempo, como se vio en el affaire Sokal, la gente más educada puede ser más vulnerable a cosas que suenan como ciencia, pero no lo son. En general, la educación te hace más abierto y más capaz de asimilar nueva información. Eso es mejor en general, pero también te hace más vulnerable a algunos discursos.

(Pregunta:¿Qué cree que podríamos hacer para mejorar el discurso público, para que hubiese más confianza mutua y más respeto a los hechos?)

La credibilidad de las autoridades es muy importante. Por ejemplo, cuando miramos a las teorías de la conspiración, los investigadores ven que tienen más éxito en los países con más corrupción. Si queremos que la gente confíe más en las autoridades, en los medios o en la ciencia, estas instancias tienen que ser más transparentes y menos corruptas. Gran parte del trabajo que debemos hacer, más que educar al público, tiene que ver con nosotros mismos, mejorando nuestras prácticas como proveedores de información fiable.

Daniel Mediavilla, entrevista a Hugo Mercier: "Preferimos pensar que los medios les han lavado el cerebro, pero es que la gente tiene sus opiniones", El País 21/03/2023

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