Què és la ficció?







Pero, ¿qué es la ficción? Al menos, diría yo, estas cuatro cosas.

La primera, distancia: distancia respecto de la realidad de la que, al mismo tiempo, no puede despegarse del todo; distancia respecto de uno mismo; distancia entendida también como conciencia, analogía y “representación” de los cuerpos: ese “verse vivir”, en definitiva, presente ya en las pinturas rupestres. La transparencia, la inmediatez, la identidad que llamamos “realidad” constituyen la maldición fatal de la experiencia ciega.

En segundo término, la ficción es ese lugar donde ocurren las cosas que realmente importan: precisamente porque estamos normalmente atrapados en la plenitud vacía de la propia experiencia necesitamos vernos en otro sitio, en la pared de enfrente, para experimentar nuestras vidas por vía interpuesta. Para conocernos tenemos que salir a donde no estamos. Pues dentro de uno mismo nunca sucede nada o solo suceden cosas en la medida en que estamos siempre volviendo del mundo exterior.

Además –tercer rasgo–, la ficción es el único lugar donde puede “encarnarse” la verdad. De hecho, cuando hablamos de cine, decimos que los actores interpretan o “encarnan” un determinado personaje. Solo a través de la ficción podemos tener una relación sensible con la verdad en minúscula (con las verdades de este mundo).

Por último, la ficción es ese lugar que nos hemos reservado para correr riesgos. No debemos correrlos en el trabajo ni en la calle ni en un hospital. En la ficción, sí; su necesidad deriva en parte precisamente de que es el único lugar donde podemos y debemos ponernos en peligro: peligro ético, emocional, político, psicológico, sexual. Por eso, más que a los espectadores de las películas, hay que proteger las películas de los espectadores. De esos espectadores que, llevados de sus prejuicios políticos o religiosos, querrían convertirlas a veces en “lugares seguros”.

La ficción es peligrosa, por supuesto, porque puede usarse para la propaganda, porque puede hacernos pensar y porque puede trastocar emocionalmente todos nuestros valores (por no hablar del peligro de convertirse en un loco cinéfilo o en un director  de cine), pero mucho más peligrosa que la ficción es la incapacidad creciente para distinguir entre la ficción y la realidad: ese es, lo estamos viendo, el peligro puritano, ideológico o autoritario de los que creen, de derechas o de izquierdas, que la ficción no puede permitirse nada que no podamos permitirnos en la realidad o que no encaje en la realidad que queremos idealmente construir. Resignémonos: defender la autonomía de la ficción es la única forma posible de defender la realidad, que sólo es creíble si permite otras formas de vida a su lado.

Santiago Alba Rico, El cine, ctxt 17/02/2023


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