L'utilitarisme de Stuart Mill





Según Mill, Jeremy Bentham, su maestro,  tuvo la intención de fundamentar el concepto de naturaleza humana en una idea que en realidad era estrecha e insuficiente: «El hombre, ese ser tan extraordinariamente complejo, es para Bentham un ser muy simple». Para este último autor, el ser humano es un ser profundamente egoísta cuyos actos vienen siempre motivados por la persecución del placer y la evitación del dolor. Desde esa empatía o antipatía hacia todo lo que nos rodea se podría explicar cualquier fenómeno humano, así como toda relación que el hombre establezca con su entorno. Bentham llega a plantear una negación de la voluntad a través de una determinación que viene dada por el principio de placer-dolor al que el ser humano está condenado. Además, el principio de mayor felicidad se plantea con pretensiones de ser empírico, medible.

Aunque Mill coincide con Bentham al considerar que el utilitarismo y la persecución de la felicidad deben atender al principio de placer-dolor, y que las acciones justas son aquellas que maximizan la felicidad, se distancia de él al defender que ese principio debe entenderse de forma distinta. El error de Bentham consiste, según Mill, en que solamente había considerado el placer como un problema de carácter cuantitativo, y no cualitativo: Mill niega la homogeneidad de todos los placeres, así como la de la naturaleza humana, que según él no puede ser siempre la misma, ya que sus facultades están indefectiblemente sujetas a evolución. La satisfacción de los placeres más fundamentales –como la comida o el sueño– no sería suficiente para alcanzar la felicidad. Existe, según Mill, una jerarquía de los placeres, de forma que habría placeres inferiores y superiores. La felicidad no podrá alcanzarse en ningún caso al satisfacer simplemente las necesidades básicas, sino que deberá incluir también esos placeres que considera superiores, vinculados a unas facultades más elevadas. Sería el caso de todo aquello que tenga que ver con ciertas necesidades morales, creativas, intelectuales y, en definitiva, con cierto tipo de cultura o gusto refinado.

El criterio de Mill queda sintetizado como «dignidad humana», que diferencia al hombre del resto de animales. Se comprende así su célebre cita: «Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho». La justificación de Mill para la defensa de esos valores que considera más elevados consiste en afirmar que su satisfacción, a diferencia de la del resto, alberga una utilidad marginal creciente. Esto significa que cuanto más se cultiven esos valores más satisfacción nos proporcionarán. Justamente lo contrario ocurriría con los placeres inferiores, cuya utilidad marginal decreciente provocaría que, ante una satisfacción continuada, esta dejaría progresivamente de tener un efecto placentero.

Miguel Antón Moreno, Stuart Mill, el individualismo y sus reglas, ethic.es 15/03/2023

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