Les raons de Putin contra Occident i l'esquerra.



La multipolaridad es hoy la brújula que orienta la visión de la izquierda de las relaciones internacionales. Todas las corrientes de la izquierda, en la India y todo el mundo, abogan desde hace tiempo por un mundo multipolar, en lugar del unipolar dominado por el imperialismo estadounidense. Al mismo tiempo, la multipolaridad se ha convertido en piedra angular del lenguaje compartido de los fascismos y autoritarismos globales. Es un grito de guerra de los déspotas, que sirve para disfrazar de guerra contra el imperialismo su ofensiva contra la democracia.

El enmascaramiento y la legitimación del despotismo a través de la multipolaridad se ven reforzados por el respaldo rotundo que la izquierda global le presta, celebrándola como una democratización antiimperialista de las relaciones internacionales. Al enmarcar las confrontaciones políticas dentro de, o entre, los Estados-nación en un juego de suma cero entre respaldar la multipolaridad o la unipolaridad, la izquierda perpetúa una ficción que incluso en su momento menos innoble era engañosa e inexacta. Ahora es manifiestamente peligrosa, y sirve únicamente como instrumento narrativo y dramático a favor del prestigio de autoritarios y fascistas.

Las consecuencias desafortunadas del compromiso de la izquierda con una multipolaridad despojada de valores se ven muy crudamente ilustradas en su respuesta a la invasión rusa de Ucrania. La izquierda global y la india han legitimado y amplificado en diversos grados el discurso fascista ruso, amparando la invasión como un desafío multipolar al imperialismo unipolar liderado por Estados Unidos.

El 30 de septiembre de 2022, mientras anunciaba la anexión ilegal de cuatro provincias ucranianas, el presidente ruso Vladímir Putin explicó lo que significaban la multipolaridad y la democracia en su marco ideológico. Definía Putin la multipolaridad como liberación de la pretensión de las élites occidentales de asentar como universales sus propios valores «degenerados» de democracia y derechos humanos; valores «ajenos» a la inmensa mayoría de la gente en Occidente y otros lugares. Su estratagema retórica consistía en aseverar que la noción de un orden basado en reglas, democracia y justicia no es más que una imposición ideológica e imperialista de Occidente, que en ella encuentra un pretexto para violentar la soberanía de otras naciones.

Viendo a Putin jugar con la indignación legítima por la larga lista de crímenes de los países occidentales (el colonialismo, el imperialismo, las invasiones, las ocupaciones, los genocidios, los golpes de Estado), era fácil olvidar que el suyo no era un discurso que exigiera justicia, reparaciones o el fin de tales crímenes. De hecho, su afirmación del hecho evidente de que los gobiernos occidentales no tenían «ningún derecho moral a opinar, siquiera a pronunciar una palabra sobre la democracia» eliminaba mañosamente a la gente de la ecuación. La gente de las naciones colonizadas ha luchado, y continúa luchando, por la libertad. Los pueblos de las naciones imperialistas salen a las calles a demandar democracia y justicia y combatir el racismo, las guerras, las invasiones, las ocupaciones cometidas por sus propios gobiernos. Pero Putin no mostraba su apoyo a esta gente. Antes bien, animaba a las fuerzas de «ideas afines» en todo el mundo (movimientos políticos de extrema derecha, supremacistas blancos, racistas, antifeministas, homófobos, tránsfobos) a apoyar la invasión como parte de un proyecto ventajoso para ellos: derrocar la «hegemonía unipolar» de los valores universales de la democracia y los derechos humanos y «obtener la verdadera libertad: una perspectiva histórica».

Putin utiliza una «perspectiva histórica» de su propia elección para apoyar una versión supremacista de un «país-civilización» ruso en el que las leyes deshumanizan a las personas LGTB y donde las referencias a acontecimientos históricos se criminalizan en nombre del «fortalecimiento de la soberanía [de Rusia]». Proclama la libertad de Rusia para negar y oponerse a las normas democráticas y las leyes internacionales definidas «universalmente» por organismos como las Naciones Unidas. El proyecto de «integración eurasiática» que Putin maneja como un desafío multipolar a la Unión Europea «imperialista» y a la unipolaridad occidental solo puede entenderse correctamente como parte de un plan ideológico y político explícitamente antidemocrático. (Otra cosa es que la apariencia de la competición entre Estados Unidos y Rusia como grandes potencias se complique aquí por el proyecto político compartido representado por Trump en Estados Unidos y Putin en Rusia).

Kavita Krishnan, 'Multipolaridad', ese mantra del autoritarismo, elcuadernodigital.com 02/2023


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