L'experiència més comú de l'impossible.
¿Cómo es posible que él ya no me quiera después de todo? ¿Cómo es posible que ella se vaya con otro con lo que yo soy y con lo que yo tengo? ¿Cómo es posible que lo nuestro acabara así?
En el amor hacemos experiencia de que no se sabe y de que no se puede, de impotencia radical y de pérdida.
Una experiencia insólita en un mundo donde “todo es posible” y “si quieres, puedes”. Una experiencia trágica, de impoder y desolación; yo amo y el otro no me ama y no hay nada que hacer, ningún código que aprender, ningún gimnasio al que acudir, ningún tip que dar o recibir, ninguna tecnología que garantice nada, ninguna forma de “atar” la cosa.
Ni siquiera podemos ya echar culpas a los padres o al capitalismo de hacer imposible el amor entre los Montesco y los Capuleto, porque la imposibilidad es de estructura, está en la condición misma del vínculo, en la condición humana misma. Quejarse, esperar “a la siguiente”, es un modo de seguir velando la imposibilidad.
Y de aquí el pavor al encuentro y (no digamos ya) a la construcción, porque se va a revelar antes o después que la cosa no marcha, que cojea, que chirría, que no es lo que se quería, que no se puede… “Es que no sé si estoy hecha para el amor”, ¡pero escucha, ni tú ni nadie!
Y sin embargo, es justo ahí donde se nos manifiesta con más crudeza lo imposible, y no en el ámbito donde algo, lo que sea, nos resulta fácil, “natural”, posible, que podemos hacer una experiencia transformadora, si nos atrevemos a mirar la cosa de frente, sin ambages, y aprender a hacer ALGO con lo que está roto de antemano, lo que no casa, no encaja, no se deja. Algo que podemos llamar amor.
Amador Fernández-Savater, facebook 02/01/2024
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