El cervell humà consumeix el 20% de l'energia.
«Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución», dijo el genetista y biólogo evolutivo Theodosius Dobzhansky. Pérez parte de Dobzhansky y de William Faulkner -«El pasado nunca muere. Ni siquiera es pasado»- para, basándose en la literatura científica, contarnos cómo hemos llegado hasta aquí. Nuestro organismo es el que es porque nos expulsaron del Paraíso y nos vimos obligados a sobrevivir en ecosistemas donde la comida era más difícil de conseguir y estábamos más expuestos a predadores.
Aunque 'Ardipithecus ramidus', el protagonista de la portada del libro, ya era en la selva bípedo a tiempo parcial, fueron sus descendientes australopitecos -entre ellos, la popular Lucy- los que consolidaron ese rasgo en la sabana. Tenían todavía el cerebro del mismo tamaño que el chimpancé, como una naranja grande.
Nuestro descomunal cerebro ha supuesto una gran ventaja a la hora de expandirnos por el planeta, desde el Ártico hasta el Himalaya. Pero ¿qué le hizo crecer hasta llegar a los 1,4 kilos, frente a los 450 gramos del de gorilas y orangutanes y los 320 del de los chimpancés? La explosión cerebral humana llegó acompañada de una reducción del aparato digestivo que se vincula al consumo de carne. Para obtener la misma energía, alimentarse de vegetales exige mucho más tiempo que si lo hacemos de carne y requiere una maquinaria más grande y compleja para que el organismo los procese.
El carroñeo primero y la caza después habrían permitido a nuestro organismo reducir el tamaño del aparato digestivo, y el excedente energético habría ido a parar al cerebro, que supone el 2 % del peso corporal, pero consume el 20 % de la energía. Eso habría propiciado su crecimiento y este un aumento de las capacidades cognitivas que facilitaron una mejor adaptación al entorno. Un 'círculo virtuoso' de los que cita el autor de este ensayo.
Hay quienes incluyen otra variable en la ecuación de la explosión cerebral, el control del fuego y la cocina. «La nuestra es la única especie que cocina. Cuando nos preguntamos acerca de la singularidad humana, no deberíamos perder esto de vista. Cocinamos la mayor parte de lo que comemos», recuerda Juan ignacio Pérez, biólogo vasco. Y añade: «Al cocinar hacemos una digestión parcial de la comida, la predigerimos antes de ingerirla». No hay consenso científico sobre cuándo irrumpió la cocina en nuestra evolución .
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