Què sabem de la consciència? (Derek A. Denton)








Durante los últimos cincuenta años ha habido grandes avances en la investigación de la consciencia. La localización de funciones particulares dentro del cerebro ha avanzado dramáticamente. De manera similar, las interconexiones entre áreas que sirven a funciones específicas también ha avanzado en grado comparable. Está emergiendo, en cierta medida, una comprensión integrada. Por ejemplo, las observaciones experimentales sobre los cambios cognitivos en pacientes con “cerebro dividido” subrayan la validez de la idea de que el carácter del estado de consciencia se basa en las neuronas particulares que entran en acción. Esto es, el “cerebro dividido” significa cortar los 200 millones de fibras nerviosas del cuerpo calloso, que une los dos hemisferios cerebrales. Esto se hace en casos graves de epilepsia. La situación que emerge experimentalmente es que un lado del cerebro no sabe lo que el otro sabe. La función de las dos masas neurales está disociada por completo en términos de actividad cognitiva.

Esto atestigua contra el “dualismo” de cerebro y mente propuesto por Descartes: la mente (y el alma) como entidades diferentes del cerebro. En este debate, Isabel de Bohemia dirigió una respuesta inequívoca a su maestro, Descartes, con estas o parecidas palabras: “si el alma posee por completo la facultad y el hábito del raciocinio directo, ¿por qué son estas facultades tan alteradas por un acceso de los vapores?”. Esto subraya el hecho evidente de que, entre otras cosas, la operación del cerebro puede ser determinada por los caprichos de la química de la sangre que lo atraviesa. Una química distorsionada o las drogas pueden convertir una mente excelente en un imbécil. La mente es lo que el cerebro hace. Esta propuesta excluye el dualismo en el sentido de una mente independiente de la función cerebral.

La consciencia, o el estado subjetivo, es el conocimiento de las propias percepciones. Estas pueden surgir del mundo exterior y ser detectadas por los receptores a distancia, por ejemplo ojos, oídos o nariz. O la percepción puede resultar de los interoceptores (sensores internos) donde, por ejemplo, un incremento del dióxido de carbono de la sangre puede causar “avidez de aire”, o el ascenso de la concentración de sodio generará sed. La diversidad del origen de las percepciones es enorme; puede reconocerse que pueden surgir también del cerebro mismo en virtud de la memoria, o, otro ejemplo, por la llamada propiocepción del interior del cuerpo mismo, que señala la posición de miembros, articulaciones y músculos.

Aunque, como queda dicho arriba, ha habido grandes avances en nuestro conocimiento, es patentemente claro que sigue siendo un gran misterio cómo puede una avalancha de señales eléctricas de la retina, al pasar por el nervio óptico al cerebro, hacer surgir una sensación de rojo; o una cadena de impulsos a lo largo del nervio olfatorio generar el estado subjetivo de experimentar olor a rosas. Puede pasar mucho tiempo —décadas o siglos— antes de que lo entendamos, y muchos científicos se preguntan si queda por descubrir algún principio o proceso físico completamente nuevo que proporcione una pista en esta área de lo desconocido.


Laith Al-Shawaf, entrevista a Derek A. DentonEl despertar de la conciencia, La nueva ilustración evolucionista 14/09/2009

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