Contingència, deliberació i política en Aristòtil (IV).
Para un griego, la ciencia es una explicación total y no puede
desarrollarse más que suprimiendo la contingencia.
La ciencia no progresará siempre, pues siempre se encontrará obstáculos
irreductibles que se resumen en la indeterminación de la materia, otro nombre
de la contingencia. (82)
En un mundo perfectamente transparente a la ciencia (donde nada puede ser
de otra manera a como es) no habría sitio para la acción humana. (82)
El hecho de que haya en el mundo hechos de azar inexplicables e
incomprensibles es una invitación siempre renovada a la iniciativa del hombre.
(82)
En la crítica del intelectualismo, que alcanza más a Platón que a Sócrates,
el acento de la reflexión aristotélica ya no será puesto sobre la neutralidad
moral de la ciencia, sino sobre su ineptitud para conocer lo particular y lo
contingente, que son, sin embargo, el dominio propio de la acción. (166)
El hombre de juicio sabe que la ciencia puede volverse inhumana cuando
queriendo ser rigurosa pretende imponer sus determinaciones a un mundo que
quizá no esté hecho para acogerlas. (173)
La idea de que el saber es moral no es por su alcance, sino por sus
límites, está presente en el término mismo de phrónesis.
Al devolverle el sentido arcaico, Aristóteles
hace revivir involuntariamente el viejo fondo de sabiduría gnómica y trágica
que lo habita: en phrónesis continúa
resonando la llamada a un “pensamiento humano”, en que se resume la vieja
sabiduría griega de los límites. (174)
La racionalidad deliberante no tendrá jamás la exactitud que tiene la de la
ciencia. (83)
Un mundo donde no todo es deducible, donde la infinidad de accidentes
posibles de una cosa hace imprevisible las combinaciones que pueden resultar de
ellos. (91)
La sabiduría de los inmutable no es de ninguna ayuda en un mundo donde todo
nace y perece.
Nos corresponde ordenar el mundo, no negándolo en provecho de otro mundo,
sino comprometiéndonos con él, pactando con él en caso necesario, sirviéndonos
de él para llevarlo a la plenitud. (106)
La realización de nuestros proyectos se pierde en la determinación de la
materia, que es otro nombre del azar. Pero entre los dos azares, el originario que nos hace ser lo que somos
y el residual que hace que nuestras
acciones no sean del todo lo que queremos, hay lugar para la deliberación, la
elección y la acción del hombre. (158)
El hombre está expuesto en la región del mundo en que habita un azar que no
puede domar enteramente. (200)
Pierre Aubenque, La
prudencia en Aristóteles, Crítica, Barna 1999 (1963)
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