La inutilitat de la filosofia (José Luis Pardo).

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El Roto
Reconozcámoslo desde el principio: la filosofía no es socialmente útil, rentable o aprovechable, si por “ser útil” entendemos algo así como producir beneficios contables o servir de bálsamo para que la sociedad funcione con menos fricciones. No produce adaptación o conformismo sino todo lo contrario: fomenta el conflicto y el desacuerdo, alimenta la discusión y la inadaptación y, encima, no da dinero. Y es precisamente por ello por lo que sigue siendo necesaria hoy, cuando todo lo que no arroja beneficios parece condenado a quedar tan obsoleto y arrinconado como la vieja poesía. Walter Benjamin describía la vida contemporánea a través de uno de sus fenómenos centrales: el empobrecimiento de la experiencia, una nueva forma de miseria que los antiguos no conocieron y que interrumpe la continuidad entre las generaciones del mismo modo que el filo de las agujas del reloj mecánico corta el tiempo en esos instantes inconexos y desleídos que trituran las biografías de los hombres de nuestros días, más pobres cuanta más riqueza producen. Este es un régimen de vida que produce mucha más basura que ningún otro conocido, y entre todos los desechos, ruinas y desperdicios que deja a su paso en las montañas de porquería de los vertederos están precisamente los harapos de la humanidad, todo lo que de ella queda excluido precisamente porque no es rentable. El pensador moderno, como el antiguo, tiene encomendada la tarea de reflexionar sobre las condiciones de posibilidad del conocimiento y de la acción, es el que convierte en una profesión el rebuscar entre la basura hasta encontrar esos residuos de sensibilidad y de entendimiento que la sociedad ha ido desechando precisamente para funcionar mejor, para avanzar en el modo empobrecido de vivir en medio de la opulencia tecnológica. Al ponerlos a disposición de sus semejantes, el filósofo no está contribuyendo al mejor funcionamiento social sino, al contrario, devolviendo a la vida esos pedruscos que obstaculizan el movimiento de la máquina. Pero esos hallazgos constituyen la única forma de riqueza (inaprovechable política, social o económicamente) que, como un anacrónico cuerno de la abundancia, puede compensar el empobrecimiento de la vida moderna y señalar un límite irrebasable a la lógica de la eficacia y la rentabilidad.

José Luis Pardo, Correspondencias, facebbok 16/09/2016

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